1º de Abril, 1939
Día de la Victoria
Mensaje de Pío XII (fragmento)
Los designios de la Providencia, amadísimos hijos,
se han vuelto a manifestar, una vez más, sobre la heroica España. La
nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del
nuevo mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de
dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba
más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la
religión y del espíritu.
La
propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de
Jesucristo parece que han querido hacer de España un experimento supremo
de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por
todo el mundo. Y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido,
por ahora, que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de
sus terribles efectos, para que el mundo viera cómo la persecución
religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que
son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la
sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y
apasionada discordia.
Persuadido
de esta verdad, el sano pueblo español, con las dos notas
características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la
franqueza, se alzó en defensa de los ideales de fe y civilización
cristianas, profundamente arraigados en el suelo fecundo de España, y
ayudado de Dios, “que no abandona a los que esperan de Él”, supo
resistir el empuje de los que, engañados con los que creían un ideal
humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en
provecho del ateísmo.
Este
primordial significado de vuestra victoria Nos hace concebir las más
halagüeñas esperanzas de que Dios, en su misericordia, se dignará
conducir a España pro el seguro camino de su tradicional y católica
grandeza, la cual ha de ser el norte que oriente a todos los españoles
amantes de su religión y de su Patria en el esfuerzo de organizar la
vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia de
fe, piedad y civilización católica.
Cristo regresa a Madrid
al terminar la barbarie roja
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