viernes, 28 de marzo de 2014

Una victoria estilo 2014

Pese a las enormes expectativas puestas por ciertos sectores progresistas-liberales en el encuentro entre el Papa y Barack Hussein Obama, parece que para ellos la cosa terminó con gusto a poco y tirando a amargo.
Agua tibia en jarro de lata, dicen en el campo. Y peor para ellos en realidad: el frío comunicado de prensa del Vaticano dio cuenta de ciertos reclamos que se pusieron sobre la mesa:

 "En el contexto de las relaciones bilaterales y de la colaboración entre la Iglesia y el Estado se ha hablado sobre asuntos de especial relevancia para la Iglesia en el País, como el ejercicio de los derechos a la libertad religiosa, a la vida y a la objeción de conciencia (...)" 


dejando para lo último:
 

"...así como el tema de la reforma migratoria."

El cable de Reuters encabezó así:
(Reuters) – U.S. President Barack Obama heard the Catholic Church’s concerns over his health care plan while on a visit to the Vatican on Thursday. (El Presidente Barack Obama, de visita en el Vaticano, tuvo que escuchar la preocupación de la Iglesia sobre su plan de salud)

Lo tomo como una victoria atronadora...


 

viernes, 21 de marzo de 2014

Respuesta del Cardenal Burke a los errores de Kasper


El cardenal Burke, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, se refiere a los errores y consecuencias prácticas que emanan de la exposición del cardenal Kasper sobre la naturaleza del matrimonio sacramental y pone de manifiesto el profundo desacuerdo que existe dentro del Colegio Cardenalicio al respecto.

Reportaje con el periodista Raymond Arroyo, de EWTN






P. Hemos escuchado muchísimas veces en estas últimas semanas que quizás la Iglesia vaya a cambiar la forma en que siempre ha tratado temas como el matrimonio, el divorcio, los divorciados vueltos a casar y su admisión a los sacramentos. Han habido muchos comentarios…el cardenal Walter Kasper en su conferencia de apertura a la reunión preparatoria del Sínodo sobre la Familia se refirió a una “práctica canónica penitencial”, o a un “equilibrio entre el rigorismo y un cierto laxismo” con respecto a los católicos divorciados y vueltos a casar…¿Es eso posible?

Card. Burke: Me temo que como canonista debo decir que eso no es posible, y que además se está montando un gran engaño, al hacerle creer a la gente que de alguna manera ya no podemos sostener la verdad acerca del matrimonio…Y no estamos hablando aquí de verdades que evolucionan con el tiempo, sino que estamos hablando de las Palabras mismas de Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio cuando nos enseña la Verdad sobre la indisolubilidad del matrimonio. Y nadie puede contradecir eso.

Hay muchas dificultades en relación con el texto del cardenal Kasper y en la medida en que se ha ido difundiendo se ha transformado en algo así como una bandera para aquellos que falsamente creen que las prácticas de la Iglesia con respecto al matrimonio puedan cambiar. Confío que en los próximos días todos estos errores se irán aclarando.



P: ¿Pero hubo alguna discordancia en esa reunión….?

Card. Burke: ¡Por supuesto! ¡Claramente que las hubo! El contenido de la reunión debía supuestamente ser confidencial, pero alguien, quizás el Cardenal mismo, no lo sé, autorizó de alguna manera que se filtrara y tomara estado público antes de ser debatido, pero eso de ninguna manera significa que haya sido bien recibido por el Colegio Cardenalicio.


Transcripción: J.



martes, 18 de marzo de 2014

El Cardenal Cafarra responde a Kasper: "La hipocresía no es misericordiosa"

Caffarra responde a Kasper sobre divorciados y comunión: «La hipocresía no es misericordiosa»
El cardenal Carlo Caffarra, de Bolonia, en una visita a niños enfermos en Navidad, con la Befana, la anciana que da regalos en Italia en esas fiestas  


Reportaje contundente y sin desperdicios de Mateo Matzuzzi para Il Foglio, traducción de Helena Faccia Serrano en Religión en Libertad


“Desde Bolonia con amor: Detente”.  Este es el título de una entrevista al cardenal arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra, muy cercano al movimiento Comunión y Liberación, publicada por Il Foglio.

“Alegato del cardenal Caffarra después del consistorio y de la relación Kasper”, es el subtítulo. 

 “No tocar el matrimonio de Cristo. No se juzga caso por caso, no se bendice el divorcio. La hipocresía no es misericordiosa”.
En respuesta a la propuesta del cardenal Walter Kasper sobre la posibilidad de readmitir a la comunión, después de un período de penitencia, a las parejas divorciadas vueltas a casar que lo soliciten, Caffarra afirma: 
 “Si la Iglesia admite a la Eucaristía, debe dar sin embargo un juicio de legitimidad a la segunda unión. Es lógico. Pero entonces —se pregunta— ¿qué pasa con el primer matrimonio? El segundo, se dice, no puede ser un verdadero segundo matrimonio, ya que la bigamia está en contra de la palabra del Señor. ¿Y el primero?, ¿se pierde? Pero los papas siempre han enseñado que la potestad del Papa no alcanza a esto: Sobre el matrimonio rato y consumado el Papa no tiene ningún poder".

"La solución propuesta lleva a pensar que queda el primer matrimonio, pero también hay una segunda forma de convivencia que la Iglesia legítima. Entonces hay un ejercicio de la sexualidad humana fuera del matrimonio que la Iglesia considera legítima. Pero con esto se niega la columna vertebral de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad. En este punto cabe preguntarse: ¿Y por qué no aprobar la convivencia libre? ¿Y por qué no a las relaciones entre homosexuales?”.





A continuación publicamos la entrevista íntegra:


Desde Bolonia con amor: deteneos

Bolonia. Dos semanas después del consistorio sobre la familia, el cardenal arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra, afronta con Il Foglio los temas del orden del día del Sínodo extraordinario del próximo octubre y del ordinario de 2015: matrimonio, familia, doctrina de la Humanae Vitae, penitencia.

- La “Familiaris Consortio” de Juan Pablo II está en el centro de un fuego cruzado. Por una parte se dice que es el fundamento del Evangelio de la familia; por la otra, que es un texto que ha sido superado. ¿Es posible una actualización del mismo?
- Si se habla de género y del llamado matrimonio homosexual, es verdad que en la época de la Familiaris Consortio no se hablaba de ellos. Pero de todos los otros problemas, en especial de los divorciados vueltos a casar, se habla desde hace mucho tiempo. Soy testigo directo de esto, porque fui uno de los consultores del Sínodo de 1980.

»Decir que la Familiaris Consortio ha nacido en un contexto histórico totalmente distinto del de ahora, no es verdad. Una vez precisado esto, digo ante todo que la Familiaris Consortio nos ha enseñado un método con el que afrontar las cuestiones del matrimonio y de la familia. Utilizando este método se ha llegado a una doctrina que sigue siendo un punto de referencia que no se puede eliminar.

»¿Qué método? Cuando le preguntaron a Jesús bajo qué condiciones era lícito el divorcio, de la licitud como tal no se discutía en aquel tiempo y Jesús no entra en la problemática casuística de la que nacía la pregunta, sino que indica en qué dirección se tiene que mirar para entender qué es el matrimonio y, en consecuencia, cuál es la verdad de la indisolubilidad matrimonial.

»Como si Jesús dijera: “Mirad, tenéis que mirar allí donde el hombre y la mujer llegan a la existencia en la verdad plena de su ser hombre y mujer llamados a convertirse en una sola carne”. En una catequesis, Juan Pablo II dice: “Surge entonces, es decir, cuando el hombre es situado por primera vez frente a la mujer, la persona humana en la dimensión del don recíproco cuya expresión (que es la expresión también de su existencia como persona) es el cuerpo humano en toda la verdad originaria de su masculinidad y feminidad”. Este es el método de la Familiaris Consortio.



- ¿Cuál es el significado más profundo y actual de la “Familiaris Consortio”?
- "Para tener ojos capaces de mirar dentro de la luz del Principio", la Familiaris Consortio afirma que la Iglesia tiene un sentido sobrenatural de la fe, que no consiste solo o necesariamente en el consentimiento de los fieles. La Iglesia, siguiendo a Cristo, busca la verdad, que no siempre coincide con la opinión de la mayoría. Escucha la conciencia y no el poder. Y en esto defiende a los pobres y a los despreciados.

»La Iglesia puede apreciar también la investigación sociológica y estadística, cuando se revela útil para entender el contexto histórico. Dicha investigación, por sí sola, no debe considerarse, sin embargo, expresión del sentido de la fe (FC 5). He hablado de verdad del matrimonio. Me gustaría precisar que esta expresión no denota una norma ideal del matrimonio. Denota lo que Dios, con su acto de creación, ha inscrito en la persona del hombre y de la mujer.



»Cristo dice que antes de considerar los casos, hay que saber sobre qué estamos hablando. No estamos hablando de una norma que admite o no admite excepciones, de un ideal hacia el que propender. Estamos hablando de lo que son el matrimonio y la familia. A través de este modo, la Familiaris Consortio individua qué es el matrimonio y cuál es su genoma; uso la expresión del sociólogo Donati, que no es un genoma natural, sino social y de comunión. Es dentro de esta perspectiva que la Exhortación individua el sentido más profundo de la indisolubilidad matrimonial (cfr. FC 20).

»La Familiaris Consortio ha representado, por tanto, un desarrollo doctrinal enorme, hecho posible también por el ciclo de catequesis de Juan Pablo II sobre el amor humano. En la primera de estas catequesis, del 3 de septiembre de 1979, Juan Pablo II dice que tiene la intención de acompañar, de lejos, los trabajos preparatorios del Sínodo que tuvo lugar al año siguiente.

»No lo hizo afrontando directamente temas de la asamblea sinodal, sino dirigiendo la atención a las raíces profundas. Es como si hubiese dicho “Yo, Juan Pablo II, quiero ayudar a los padres sinodales”. ¿Cómo los ayudo? Llevándoles a la raíz de las cuestiones. Es a partir de esta vuelta a las raíces que nace la gran doctrina sobre el matrimonio y la familia dada a la Iglesia por la Familiaris Consortio. Y no ignoró los problemas concretos.

»Habló también del divorcio, de la libre convivencia, del problema de la admisión de los divorciados vueltos a casar a la Eucaristía. La imagen, por tanto, de una Familiaris Consortio perteneciente al pasado, que no tiene nada que decir al presente, es caricaturesca. O es una consideración hecha por personas que no la han leído.

- Muchas conferencias episcopales han subrayado que por las respuestas a los cuestionarios en preparación de los próximos dos Sínodos, emerge que la doctrina de la “Humanae Vitae” ya sólo crea confusión. ¿Es así o ha sido un texto profético?
- El 28 de junio de 1978, poco más de un mes antes de morir, Pablo VI dijo: «Estaréis agradecidos a Dios y a mí por la Humanae Vitae». Después de cuarenta y seis años, vemos sintéticamente lo que ha ocurrido en la institución matrimonial y nos damos cuenta de lo profético de ese documento.

»Negando la conexión indisoluble entre la sexualidad conyugal y la procreación, es decir, negando la enseñanza de la Humanae Vitae, se ha abierto el camino a la recíproca desunión entre procreación y sexualidad conyugal: from sex without babies to babies without sex (del sexo sin bebés, a los bebés sin sexo, N.d.T.).

»Progresivamente, se ha ido oscureciendo la fundación de la procreación humana sobre el terreno del amor conyugal y se ha construido gradualmente la ideología que quienquiera puede tener un hijo. El hombre solo, la mujer sola, el homosexual, tal vez a través de la maternidad subrogada. Por tanto, coherentemente se ha pasado de la idea del hijo esperado como un don, al hijo programado como un derecho: se dice que existe el derecho a tener un hijo.

»Pensemos en la reciente sentencia del tribunal de Milán que ha afirmado el derecho a ser padres, como decir, el derecho a tener una persona. Esto es increíble. Yo tengo el derecho a tener cosas, no personas. Progresivamente, se ha ido construyendo un código simbólico, tanto ético como jurídico, que relega a la familia y al matrimonio a la pura afectividad privada, indiferente a los efectos sobre la vida social.

»No hay duda de que cuando la Humanae Vitae fue publicada, la antropología que la sostenía era muy frágil y no estaba ausente un determinado biologismo en la argumentación. El magisterio de Juan Pablo II ha tenido el gran mérito de construir una antropología adecuada en base a la Humanae Vitae. La pregunta que hay que plantearse no es si la Humanae Vitae se puede aplicar hoy y en qué medida, o si en cambio es fuente de confusión. A mi juicio, la verdadera pregunta que hay que plantear es otra.

- ¿Cuál? ¿Dice la Humanae Vitae la verdad sobre el bien implícito en la relación conyugal? ¿Dice la verdad sobre el bien presente en la unión de las personas de los dos cónyuges en el acto sexual?
- Efectivamente, la esencia de las proposiciones normativas de la moral y del derecho se encuentra en la verdad del bien que en esas está objetivada. Si no nos situamos en esta perspectiva, se cae en la casuística de los fariseos, de la cual ya no se sale, porque se entra en un callejón al final del cual se nos obliga a elegir entre la moral normal y la persona. Si se salva la una, no se salva la otra.

»La pregunta del pastor es, por tanto, la siguiente: ¿cómo puedo guiar a los cónyuges para que vivan su amor conyugal en la verdad? El problema no es verificar si los cónyuges se encuentran en una situación que los exime de una norma, sino cuál es el bien de la relación conyugal, cómo es su verdad íntima.



»Me asombra que alguien diga que la Humanae Vitae crea confusión. ¿Qué quiere decir? Pero, ¿conocen el fundamento que, de la Humanae Vitae, hizo Juan Pablo II? Quiero añadir una consideración. Me maravilla profundamente el hecho de que, en este debate, tampoco eminentísimos cardenales tengan en cuenta las ciento treinta y cuatro catequesis sobre el amor humano. Jamás ningún Papa había hablado tanto de esto. Ese Magisterio es ignorado, como si no existiera.

»¿Crea confusión? Pero, quien afirma esto, ¿sabe cuánto se ha hecho a nivel científico basándose en una regulación natural de las concepciones? ¿Está al corriente de las innumerables parejas que, en el mundo, viven con alegría la verdad de la Humanae Vitae?

»También el cardenal Kasper subraya que hay grandes expectativas en la Iglesia en vista del Sínodo y que se corre el riesgo de una pésima desilusión si fueran desatendidas. En su opinión, ¿un riesgo concreto? No soy ni un profeta ni un hijo de profetas.

»Sucedió un hecho maravilloso. Cuando el pastor no predica sus opiniones o las del mundo, sino el Evangelio del matrimonio, sus palabras llegan a los oídos de sus oyentes, pero en sus corazones entra en acción el Espíritu Santo que los abre a las palabras del pastor. Me pregunto, además, sobre las expectativas de quién estamos hablando.

»Una gran cadena televisiva estadounidense ha llevado a cabo una encuesta en comunidades católicas diseminadas en todo el mundo. El resultado es una realidad muy distinta de las respuestas al cuestionario registradas en Alemania, Suiza y Austria. Un único ejemplo. El 75 por ciento de la mayor parte de los países africanos es contrario a la admisión de los divorciados vueltos a casar a la Eucaristía.

»Repito nuevamente: ¿de las expectativas de quién estamos hablando? ¿De las de Occidente? ¿Es, por tanto, Occidente el paradigma fundamental en base al cual la Iglesia debe anunciar? ¿Estamos aún en ese punto? Escuchemos un poco también a los pobres.

»Estoy muy perplejo y pensativo cuando se dice que o se va en una determinada dirección, o si no sería mejor no hacer el Sínodo. ¿Qué dirección? ¿La dirección que, se dice, han indicado las comunidades centroeuropeas? ¿Y por qué no la dirección indicada por las comunidades africanas?

- El cardenal Müller ha dicho que es deplorable que los católicos no conozcan la doctrina de la Iglesia y que esta ausencia no puede justificar la exigencia de adecuar la enseñanza católica al espíritu del tiempo. ¿Falta una pastoral familiar?
- Ha faltado. Es una gravísima responsabilidad por nuestra parte, pastores, reducir todo a los cursos prematrimoniales.

»¿Y la educación a la afectividad de los adolescentes, de los jóvenes? ¿Qué pastor de almas habla todavía de castidad? Por lo que yo sé, hay un silencio casi total, desde hace años.

»Miremos al acompañamiento de las parejas jóvenes: preguntémonos si hemos anunciado verdaderamente el Evangelio del matrimonio, si lo hemos anunciado como quería Jesús. Entonces, ¿por qué nos preguntamos por qué los jóvenes ya no se casan? No es siempre por razones económicas, como suele decirse. Hablo de la situación en Occidente.

»Si se hace una comparación entre los jóvenes que se casaban hace treinta años y hoy, las dificultades que tenían hace treinta o cuarenta años no eran menores respecto a las que tienen actualmente. Pero entonces construían un proyecto, tenían una esperanza. Hoy tienen miedo y el futuro da miedo; pero si hay una elección que exige esperanza en el futuro, es la elección de casarse.

»Hoy son estas las preguntas fundamentales. Tengo la impresión que si Jesús se presentara de repente en un congreso de sacerdotes, obispos y cardenales que están discutiendo de todos los problemas graves del matrimonio y de la familia, y le preguntaran como hicieron los fariseos “Maestro, pero el matrimonio ¿es disoluble o indisoluble? O, ¿hay casos, después de una penitencia adecuada…?”, Jesús ¿qué respondería? Creo que la misma respuesta que dio a los fariseos: “Mirad al Principio”.

»El hecho es que ahora se quieren sanar los síntomas sin enfrentarse seriamente a la enfermedad. El Sínodo, por tanto, no podrá evitar tomar posiciones frente a este dilema: el modo como se ha ido desarrollando la morfogénesis del matrimonio y de la familia, ¿es positivo para las personas, para sus relaciones y para la sociedad o, en cambio, constituye un decaimiento de las personas, de sus relaciones, que puede tener efectos devastadores sobre toda la civilización? Esta pregunta el Sínodo no puede evitarla.

»La Iglesia no puede considerar que estos hechos (jóvenes que no se casan, libre convivencia en aumento exponencial, introducción del llamado matrimonio homosexual en el ordenamiento jurídico y otras cosas más) son derivas históricas, procesos históricos que sólo tiene que reconocer y a los que, fundamentalmente, adecuarse. No.

»Juan Pablo II, en El Taller del Orfebre, escribía que “crear algo que refleje el ser y el amor absoluto es, tal vez, la cosa más extraordinaria que exista. Pero se va tirando sin que nos demos cuenta”. Así pues, ¿también la Iglesia debe dejar de hacernos sentir el soplo de la eternidad en el amor humano? ¡Deus avertat! (¡Dios nos libre!, N.d.T.)

- Se habla de la posibilidad de readmitir a la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar. Una de las soluciones propuestas por el cardenal Kasper tiene que ver con un periodo de penitencia que lleve nuevamente al pleno acceso. ¿Es una necesidad ya ineludible o una adaptación de la enseñanza cristiana según las circunstancias?
- Quien formula esta hipótesis, al menos hasta ahora no ha respondido a una pregunta muy simple: ¿qué pasa con el primer matrimonio rato y consumado?

»Si la Iglesia admite a la Eucaristía, debe dar de todos modos un juicio de legitimidad a la segunda unión. Es lógico. Pero entonces – como preguntaba - ¿qué pasa con el primer matrimonio? El segundo, se dice, no puede ser un segundo matrimonio verdadero, visto que la bigamia va contra la palabra del Señor. ¿Y el primero? ¿Está disuelto?

»Pero los Papas han enseñado siempre que la potestad del Papa no llega hasta aquí: sobre el matrimonio rato y consumado, el Papa no tiene ningún poder. La solución que se plantea lleva a pensar que permanece el primer matrimonio, pero que hay también una segunda forma de convivencia que la Iglesia legitima. Hay, por tanto, un ejercicio de la sexualidad extraconyugal que la Iglesia considera legítima. Pero con esto se niega el pilar de la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad. A este punto, uno podría preguntarse: entonces, ¿por qué no se aprueban la libre convivencia? ¿Y por qué no las relaciones entre homosexuales?

»Así pues, la pregunta de fondo es simple: ¿qué pasa con el primer matrimonio?Pero nadie responde. Juan Pablo II decía en el año 2000, en un discurso a la Rota que “se deduce claramente que el Magisterio de la Iglesia enseña la no extensión de la potestad del Romano Pontífice a los matrimonios sacramentales ratos y consumados como doctrina que se ha de considerar definitiva, aunque no haya sido declarada de forma solemne mediante un acto de definición”. La fórmula es técnica, “doctrina que se ha de considerar definitiva” quiere decir que sobre esto ya no se admite la discusión entre los teólogos y la duda entre los fieles.

- Por lo tanto, ¿no es cuestión sólo de praxis, sino también de doctrina?
- Sí, aquí se toca la doctrina. Inevitablemente. Se puede decir también que no se hace, pero se hace. No solo. Se introduce una costumbre que, a la larga, determina esta idea en el pueblo, no solo cristiano: no existe ningún matrimonio absolutamente indisoluble. Y esto es, ciertamente, contra la voluntad del Señor. Sobre esto no hay ninguna duda.

- Pero, ¿no se corre el riesgo de mirar al sacramento sólo como una especie de barrera disciplinaria y no como un medio de sanación?
- Es verdad que la gracia del sacramento es también sanadora, pero hay que ver en qué sentido. La gracia del matrimonio sana porque libera al hombre y a la mujer de su incapacidad de amarse para siempre con toda la plenitud de su ser. Esta es la medicina del matrimonio: la capacidad de amarse para siempre. Sanar significa esto y no hacer que se sienta algo mejor una persona que, en realidad, seguirá estando enferma, es decir, constitutivamente incapaz de ser definitiva.

»La indisolubilidad matrimonial es un don que Cristo hace al hombre y a la mujer que se desposan en Él. Es un don; no es, ante todo, una norma que es impuesta. No es un ideal al que deben tender. Es un don y Dios no se arrepiente nunca de sus dones.

»No es casualidad que Jesús, respondiendo a los fariseos, funde su respuesta revolucionaria en un acto divino. ‘Lo que Dios ha unido’, dice Jesús. Es Dios quien une; en caso contrario, el carácter definitivo seguiría siendo un deseo que, sí es natural, pero que es imposible de realizar. Dios mismo da cumplimiento.



»El hombre puede tomar la decisión de no usar esta capacidad de amar definitiva y totalmente. La teología católica ha conceptualizado esta visión de fe a través del concepto de vínculo conyugal. El matrimonio, el signo sacramental del matrimonio, produce inmediatamente entre los esposos un vínculo que ya no depende de su voluntad, porque es un don que Dios les ha hecho. Estas cosas no se dicen a los jóvenes que se casan actualmente. Y después nos asombramos de que ocurran ciertas cosas.

- Se ha articulado un debate muy apasionado alrededor del sentido de la misericordia. ¿Qué valor tiene esta palabra?
- Tomemos el relato de Jesús y de la adúltera. Para la mujer descubierta en flagrante adulterio la ley de Moisés era clara: tenía que ser lapidada. Los fariseos, de hecho, le preguntan a Jesús qué piensa de esto, con el fin de atraerlo a su punto de vista.

»Si hubiera dicho “Lapidarla”, inmediatamente habrían dicho “Mirad, el que predica la misericordia, que come con los pecadores, cuando llega el momento dice también él que hay que lapidarla”. Si hubiera dicho “No tenéis que lapidarla”, habrían dicho “Mirad a donde lleva la misericordia, a destruir la ley y todo vínculo jurídico y moral”. Este es el típico punto de vista de la moral casuística, que te lleva inevitablemente a un callejón al final del cual está el dilema entre la persona y la ley.

»Los fariseos intentaban llevar a Jesús a este callejón, pero él sale totalmente de este punto de vista y dice que el adulterio es un gran mal que destruye la verdad de la persona humana que traiciona. Y, precisamente porque es un gran mal, Jesús, para quitarlo, no destruye a la persona que lo ha cometido, sino que la sana de este mal y le recomienda no incurrir en este gran mal que es el adulterio. «Tampoco yo te condeno, ve y no peques más». Esta es la misericordia de la que sólo el Señor es capaz. Esta es la misericordia que la Iglesia, de generación en generación, anuncia.

»La Iglesia tiene que decir qué cosa está mal. Ha recibido de Jesús el poder de sanar, pero con la misma condición. Es muy cierto que el perdón siempre es posible: lo es para el asesino, lo es también para el adúltero.

»Esta ya era una dificultad que los fieles le planteaban a Agustín: se perdona el homicidio, pero a pesar de ello la víctima no resurge. ¿Por qué no perdonar el divorcio, este estado de vida, el nuevo matrimonio, aunque un renacimiento del primero ya no es posible? La cosa es completamente distinta. En el homicidio se perdona a una persona que ha odiado a otra y se pide el arrepentimiento sobre esto. La Iglesia, en el fondo, sufre no porque ha concluido una vida física, sino porque en el corazón del hombre ha habido un odio tal que le ha llevado incluso a suprimir la vida física de una persona. Este es el mal, dice la Iglesia. Te tienes que arrepentir de esto y te perdonaré.

»En el caso del divorciado vuelto a casar, la Iglesia dice: “Este es el mal: el rechazo del don de Dios, la voluntad de romper el vínculo puesto en acto por el Señor mismo”. La Iglesia perdona, pero con la condición de que haya arrepentimiento. Pero el arrepentimiento en este caso significa volver al primer matrimonio.

»No es serio decir: estoy arrepentido, pero me quedo en el mismo estado que constituye la ruptura del vínculo, de la cual me arrepiento. A menudo – se dice – no es posible. Es cierto que hay muchas circunstancias, pero en estas condiciones esa persona está en un estado de vida objetivamente contrario al don de Dios.

»La Familiaris Consortio lo dice explícitamente. La razón por la que la Iglesia no admite los divorciados vueltos a casar a la Eucaristía no es porque la Iglesia presuma que todos los que viven en estas condiciones estén en pecado mortal. La condición subjetiva de estas personas la conoce el Señor, que ve la profundidad del corazón. Lo dice también San Pablo: “No juzguéis antes del tiempo”. Sino porque – y está escrito en la Familiaris Consortio - “su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía” (FC 84).

»La misericordia de la Iglesia es la de Jesús, la que dice que la dignidad del esposo ha sido desfigurada, el rechazo del don de Dios. La misericordia no dice: “Paciencia, intentemos arreglarlo como podamos”. Esta es la tolerancia, esencialmente distinta de la misericordia. La tolerancia deja las cosas como están por razones superiores. La misericordia es la potencia de Dios que quita del estado de injusticia.

- Por lo tanto, no se trata de adaptarse.
- No es una adaptación, sería indigno del Señor algo así. Para adaptarse, bastan los hombres. Aquí se trata de regenerar a la persona humana, y de esto sólo es capaz Dios y, en su nombre, la Iglesia. Santo Tomás dice que la justificación de un pecador es una obra más grande que la creación del universo.

»Cuando un pecador es justificado, sucede algo que es más grande que todo el universo. Un acto que, tal vez, acaece en un confesionario, a través de un sacerdote humilde, pobre. Pero allí se cumple un hecho más grande que la creación del mundo. No debemos reducir la misericordia a las adaptaciones, o confundirla con la tolerancia. Esto es injusto hacia la obra del Señor.

- Uno de los temas más citados por quien espera una apertura de la Iglesia a las personas que viven en situaciones consideradas irregulares es que la fe es una, pero que los modos de aplicarla a las circunstancias particulares deben conformarse a los tiempos, como siempre ha hecho la Iglesia. ¿Qué piensa usted de esto?
- ¿Puede limitarse la Iglesia a ir hacia donde la llevan los procesos históricos, como si fueran derivas naturales? ¿En esto consiste anunciar el Evangelio? Yo no lo creo, porque, si fuera así, me pregunto cómo se puede salvar al hombre.

»Le cuento un episodio. Una esposa aún joven, abandonada por el marido, me dijo que vive en la castidad, pero que le cuesta un esfuerzo enorme. Porque, dice, “no soy una religiosa, soy una mujer normal”. Pero me dijo también que no podría vivir sin la Eucaristía. Por lo que, también el peso de la castidad se aligera, porque piensa en la Eucaristía.

»Otro caso. Una señora con cuatro hijos ha sido abandonada por el marido después de veinte años de matrimonio. La señora me dijo que en ese momento entendió que tenía que amar al marido en la cruz, “como ha hecho Jesús conmigo”. ¿Por qué no se habla de estas maravillas de la gracia de Dios?

»¿Se han adaptado a los tiempos estas dos señoras? Claro que no se han adaptado a los tiempos. Le aseguro que me siento mal cuando tomo nota, en estas semanas de discusión, del silencio que ha calado sobre la grandeza de esposas y esposos que, abandonados, han permanecido fieles.

»Tiene razón el profesor Grygiel cuando escribe que a Jesús no le interesa mucho qué piensa la gente sobre él. Le interesa qué piensan sus apóstoles. Cuántos párrocos y obispos podrían testimoniar episodios de fidelidad heroica.

»A los dos años de estar aquí, en Bolonia, quise reunirme con los divorciados vueltos a casar. Eran más de trescientas parejas. Estuvimos juntos toda una tarde de domingo. Al final, más de uno me dijo que había entendido que la Iglesia es verdaderamente madre cuando impide recibir la Eucaristía. No pudiendo recibir la Eucaristía, entienden la grandeza del matrimonio cristiano y la belleza del Evangelio del matrimonio.

- Cada vez más a menudo se habla sobre el tema de la relación entre el confesor y el penitente, también como posible solución para salir al encuentro del sufrimiento de quien ha visto fracasar el propio proyecto de vida. ¿Qué piensa usted sobre esto?
- La tradición de la Iglesia siempre ha distinguido – distinguido, no separado – su tarea magisterial del ministerio del confesor. Usando una imagen, podríamos decir que siempre ha distinguido el púlpito del confesionario. Una distinción que no significa una doblez, sino que la Iglesia, cuando habla del matrimonio desde el púlpito, testimonia una verdad que no es ante todo una norma, un ideal hacia el que propender.

»En este momento entra con ternura el confesor, que le dice al penitente: “Cuanto has oído desde el púlpito es tu verdad, la cual tiene que ver con tu libertad, herida y frágil”. El confesor conduce al penitente en camino hacia la plenitud de su bien. No es que la relación entre el púlpito y el confesionario sea la relación entre lo universal y lo particular. Esto lo piensan los casuistas, sobre todo en el siglo XVII. Ante el drama del hombre, la tarea del confesor no es recurrir a la lógica que pasa de lo universal a lo individual. El drama del hombre no habita en el pasaje de lo universal a lo individual. Habita en la relación entre la verdad de su persona y su libertad. Este es el corazón del drama humano, porque yo con mi libertad puedo negar lo que acabo de afirmar con mi razón. Veo el bien y lo apruebo y, después, hago el mal. El drama es éste.

»El confesor se sitúa dentro de este drama, no en el mecanismo universal-particular. Si lo hiciera, caería inevitablemente en la hipocresía que lo llevaría a decir “está bien, esta es la ley universal, pero como tú te encuentras en estas circunstancias, no estás obligado”. Inevitablemente, se elaboraría un caso particular al que se recurriría, por lo que la ley sería refutable. Así pues, hipócritamente el confesor ya habría promulgado otra ley junto a la que ha predicado desde el púlpito. ¡Esto es hipocresía!

»¡Ay si el confesor no recordara a la persona que tiene delante que estamos en camino! Se correría el riesgo, en nombre del Evangelio de la misericordia, de vaciar al Evangelio de la misericordia. Sobre este punto Pascal, en sus Cartas Provinciales, en otros aspectos profundamente injustas, vio justo. Al final, el hombre podría convencerse de que no está enfermo y que, por lo tanto, no está necesitado de Jesucristo. Uno de mis maestros, el siervo de Dios Padre Cappello, gran profesor de derecho canónico, decía que cuando se entra en el confesionario no hay que seguir la doctrina de los teólogos, sino el ejemplo de los santos.

(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

© Il Foglio Quotidiano









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viernes, 14 de marzo de 2014

Alicia y el Cardenal Humpty Dumpty

Re-Definiendo el Sacramento del Matrimonio



--(...) Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!
--No sé qué es lo que quiere decir con eso de la «gloria» --observó Alicia.
Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
--Pues claro que no..., y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que «ahí te he dado con un argumento que te ha dejado bien aplastada».
--Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» --objetó Alicia.
--Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty-- es saber quién es el que manda..., eso es todo.

"A través del espejo y lo que Alicia encontró allí" Lewis Carroll

Alicia y su encuentro con el Cardenal Humpty Dumpty

Entonces, al final ¿qué significa matrimonio?

jueves, 6 de marzo de 2014

La respuesta del Cardenal Müller a Kasper

(NCR/InfoCatólica) Edward Pentin, del National Catholic Register, pregunta sobre la admisión a la Eucaristía de los divorciados vueltos a casar por lo civil al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

- Algunos están preocupados por los cambios que se llevarán a cabo respecto a la enseñanza de la Iglesia sobre los católicos divorciados y vueltos a casar. ¿Se puede asegurar a los fieles que los cambios serán de tipo más pastoral que doctrinal?
Respuesta del cardenal:
En primer lugar, estoy agradecido por el hecho de que su pregunta me dé la oportunidad para clarificar un punto importante. La idea de que la doctrina puede ser separada de la práctica pastoral de la Iglesia se ha convertido en habitual en algunos círculos. Esto no es ni ha sido nunca la fe católica. Los últimos papas se han esforzado por subrayar el carácter vital y personal de la fe católica. El Papa Francisco ha escrito «No me canso de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro mismo del Evangelio: `No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»´(Evangelii Gaudium, 7). Dentro de esta relación personal con Cristo, que abarca nuestras mentes, nuestros corazones y la totalidad de nuestras vidas, podemos comprender la profunda unidad entre las doctrinas en las que creemos y la forma en la que vivimos nuestras vidas, o lo que podríamos llamar la realidad pastoral de nuestra vivencia personal. La oposición entre lo pastoral y lo doctrinal es simplemente una falsa dicotomía.
En segundo lugar, tenemos que tener mucho cuidado cuando hablamos de las enseñanzas de la Iglesia. Si por «cambio» uno quiere decir negar o rechazar lo que había anteriormente, eso sería un error. Preferiría hablar de «desarrollo» de las enseñanzas de la Iglesia. La Iglesia no se inventa por sí misma aquello que enseña. Las enseñanzas de la Iglesia están enraizadas en la persona de Cristo, en el misterio del Dios que se revela.
Puede que, con el paso del tiempo, la Iglesia llegue a un entendimiento más profundo de este misterio. También puede suceder que nuevas circunstancias en la historia de los hombres arrojen una luz concreta sobre las consecuencias de este misterio. Pero, debido a que está enraizada en el mismo misterio de Cristo, siembre hay una continuidad en lo que la Iglesia enseña.
En tercer lugar, refiriéndome específicamente a la cuestión de la admisión a la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar, me remito al artículo publicando en el L´Osservatore Romano. Sin embargo, me gustaría recordar algunos puntos que señalé entonces. Primero, la enseñanza de Cristo y su Iglesia es clara: un matrimonio sacramental es indisoluble. Segundo, las personas cuyo estado de vida contradice la indisolubilidad del matrimonio sacramental no pueden recibir la Eucaristía. Tercero, los pastores y las comunidades parroquiales están llamados a apoyar a los fieles que se encuentran en esa situación con «solícita caridad» (Familiaris Consortio 84).
La preocupación de la Iglesia por sus hijos que están divorciados y vueltos a casar no puede reducirse a la cuestión de la recepción de la Eucaristía, y estoy seguro de que la Iglesia, arraigada en la verdad y en el amor, descubrirá los caminos y planteamientos correctos de formas siempre nuevas.
El cardenal advierte de la entrevista que, en relación a posibles cambios doctrinales, es necesario distinguir entra la realidad y la forma en que la misma es presentada por los medios de comunicación:
En particular, los medios seculares malinterpretan a menudo a la Iglesia. Desgraciadamente, laplican el modo de pensar del ámbito de la política a la Iglesia. Un líder político recién elegido puede cambiar o revocar la política de su partido. Eso no se aplica a un Papa. Cuando un Papa es elegido, su misión es ser fiel a las enseñanzas de la Iglesia y de Cristo. Puede encontrar modos nuevos y creativos de ser fie a esa enseñanzas, pero para el Papa, la realidad más profunda es la continua fidelidad a la persona de Cristo. Si los medios de comunicación ha creado expectativas erróneas, entonces estamos ante algo lamentable.
Comentario:

 

Respuestas al Cardenal Kaspers

miércoles, 5 de marzo de 2014

Miércoles de Ceniza

Bach - Julia Hamari - Matthäus Passion - Erbarme dich



Erbarme dich, mein Gott, 
Um meiner Zähren willen; 
Schaue hier,
 Herz und Auge
 Weint vor dir bitterlich.
 Erbarme dich!  

Ten piedad de mí, Dios mío,
 advierte mi llanto.
 Mira mi corazón
 y mis ojos que lloran
 amargamente ante Ti. 
¡Ten piedad de mí!

lunes, 3 de marzo de 2014

Lo que Dios ha unido...y la Revolución Cultural del Cardenal Kasper



Continuando con la entrada anterior


Respuesta completa del Prof. Roberto de Mattei
 a la presentación del cardenal Kasper al Consistorio 
en la que debilita la indisolubilidad 
del matrimonio católico


 “La Doctrina no cambia, la novedad se refiere exclusivamente a la praxis pastoral” Este ha sido el slogan que se viene repitiendo desde hace un año. Por un lado, tranquiliza a los conservadores, que todo lo miden en términos de fórmulas doctrinales; y por el otro lado alienta a los progresistas que confieren poco valor a la doctrina y que todo lo confían a la primacía de la praxis.



Un ejemplo shockeante de la revolución cultural propuesta en nombre de la praxis es el que nos llega a través del reporte dedicado a “El Evangelio y la familia” con el que el cardenal Walter Kasper inauguró el trabajo del consistorio extraordinario para la familia el 20 de Febrero. El texto fue definido por el Padre Lombardi como “de gran sintonía con el pensamiento del Papa Francisco”, así que amerita una evaluación en su totalidad también por esta razón.



El punto inicial del Cardenal Kasper es la afirmación de que “se ha abierto un abismo entre la doctrina de la  Iglesia sobre el matrimonio y la familia, y las convicciones de “vida real” de muchos cristianos”. El cardenal rechaza de todos modos la formulación de un juicio negativo acerca de estas “convicciones”, que son antitéticas con la Fe cristiana, evadiendo la pregunta fundamental, que es ¿por qué existe este abismo entre la doctrina de la Iglesia y la filosofía de vida de tantos cristianos contemporáneos? ¿Cuál es la naturaleza, cuáles serían las causas de este proceso de disolución de la familia?

En ninguna parte de su reporte se dice que la crisis de la familia es la consecuencia de un ataque programado sobre ella, fruto de un mundo laicista que se le opone. Todo esto a pesar del reciente documento sobre Educación Sexual de la OMS, la aprobación del Informe Lunacek por la Unión Europea, la legalización de los “matrimonios” homosexuales, y la criminalización de la “homofobia” en muchos Estados occidentales.


Pero nosotros nos seguimos preguntando: ¿Es posible en el año 2014 dedicarle 25 páginas al tema de la familia e ignorar la agresión objetiva a la cual la familia –y no solamente la familia cristiana-- está siendo sometida?

¿Cuáles pueden ser las razones para este silencio, si no son una subordinación psicológica y cultural a los poderes mundanos que promueven esta agresión sobre la familia?



En la parte fundamental de su discurso, dedicada al problema de los divorciados vueltos a casar, el cardenal Kasper no expresa ni siquiera una sola palabra de condena al divorcio y a sus desastrosas consecuencias sobre la sociedad occidental. ¿No será que ha llegado el momento de declarar claramente que la mayor parte de la crisis en la familia se retrotrae a la introducción del divorcio y que todos los hechos demuestran que la Iglesia siempre tuvo razón al combatirlo?  ¿Quién debería decir estas cosas si no es un Cardenal de la Santa Iglesia de Roma? Pero el cardenal parece solamente interesado en el “cambio de paradigma” que la situación de los divorciados nos presenta hoy.


Casi como si anticipara objeciones inmediatas, el cardenal levanta la guardia y agrega que la Iglesia “no puede proponer soluciones contrarias a las Palabras de Jesús: La indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de un nuevo matrimonio durante la vida del otro cónyuge forman parte de la tradición de fe vinculante de la Iglesia, que no puede ser abandonada o disuelta basándose en una comprensión superficial de la misericordia a bajo precio”. 

Pero inmediatamente, luego de establecer la necesidad de permanecer fieles a la Tradición, el cardenal Kasper avanza con dos propuestas devastadoras para evitar el Magisterio perenne de la Iglesia sobre cuestiones de familia y matrimonio.

Según el punto de vista de Kasper el método a adoptar es el que sigue al Concilio Vaticano II en cuestiones de ecumenismo o de libertad religiosa: cambiemos la doctrina sin mostrar que ha sido modificada. “El Concilio ha abierto las puertas sin violar la tradición dogmática vinculante” afirma él. ¿A qué cosa le ha abierto las puertas? A la violación sistemática en los niveles de la praxis de todo aquello que es vinculante según las aserciones de la tradición dogmática.
Como primera vía para frustrar la Tradición, Kasper nos remite a la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, de Juan Pablo II donde se afirma que algunos divorciados vueltos a casar “a veces están subjetivamente seguros en conciencia de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido” (84). Pero la Familiaris Consortio especifica que la decisión acerca de la validez del matrimonio no puede dejarse a la evaluación subjetiva de la persona, sino a los tribunales eclesiásticos instituídos por la Iglesia para defender el sacramento del matrimonio. 
Refiriéndose exactamente a estos tribunales es que el cardenal pega el golpe: “Al no ser estos “iure divino”, sino que se han desarrollado históricamente, a veces nos preguntamos si la vía judicial debe ser la única vía para resolver el problema o si no serían posible otros procedimientos más pastorales o espirituales.Como alternativa, se podría pensar que el obispo pueda confiar esta tarea a un sacerdote con experiencia espiritual y pastoral, como el penitenciario o el vicario episcopal”

La propuesta es explosiva. Los tribunales eclesiásticos son el órgano al que se le confía el ejercicio de los poderes jurisdiccionales de la Iglesia. Los tres tribunales principales son la Penitenciaría Apostólica, que juzga los casos de conciencia; la Rota Romana, que recibe en apelación las sentencias de cualquier otro tribunal eclesiástico, y la Signatura Apostólica, que es el órgano superior de jurisdicción, similar a lo que sería la Cámara de Casación en los tribunales italianos. Benedicto XIV en su famoso Dei Miseratione introdujo el principio de una doble y más equitativa decisión judicial.

Esta práctica guarda la búsqueda de la verdad objetiva, garantiza un juicio justo y demuestra la importancia que la Iglesia le atribuye al Sacramento del Matrimonio y a su indisolubilidad. La propuesta de Kasper cuestiona el juicio objetivo del tribunal eclesiástico y lo substituye por el de un sacerdote cualquiera que ya no está llamado a salvaguardar el bien del matrimonio, sino a satisfacer  las necesidades de las conciencias individuales.


Volviendo a la reunión del 24 de Enero de 2014 en la que el Papa Francisco se dirigió a los oficiales del Tribunal de la Rota Romana: 
donde el Papa Francisco afirma que la actividad judicial eclesiástica tiene profundas connotaciones pastorales, Kasper absorbe la dimensión judicial en la pastoral, afirmando la necesidad de una nueva “hermenéutica jurídica y pastoral”, capaz de ver a la “persona humana” detrás de cada caso. Y pregunta: "¿De veras es posible decidir sobre el bien o el mal de las personas en segunda y tercera instancia sólo sobre la base de actos, es decir, de documentos, sin conocer nunca a la persona y su situación?"

Estas palabras son ofensivas hacia los tribunales eclesiásticos y hacia la misma Iglesia, en la que los actos magisteriales y de gobierno se basan en documentos, declaraciones, actos jurídicos y doctrinales, todos dirigidos a la “salus animarum”. Es muy fácil imaginar cómo la anulación de matrimonios se diseminaría, introduciendo el divorcio católico de facto si no por ley, con daños devastadores al bien del hombre.



El cardenal Kasper parece darse cuenta perfectamente de esto al agregar: “Sería equivocado buscar la solución del problema sólo en una generosa ampliación del procedimiento de nulidad del matrimonio” “Por lo tanto, debemos tomar en consideración también la cuestión más difícil de la situación del matrimonio rato y consumado entre bautizados, donde la comunión matrimonial se ha roto irremediablemente y donde uno o ambos cónyuges han contraído un segundo matrimonio civil”.  
En este punto Kasper cita la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1994, de acuerdo con la cual las personas divorciadas y vueltas a casar no pueden recibir la Comunion Sacramental pero sí la espiritual. Esta es una declaración en línea con la Tradición de la Iglesia, pero el cardenal avanza al hacerse esta pregunta: 
“Quien recibe la comunión espiritual es una sola cosa con Jesucristo. […] ¿Por qué, entonces, no puede recibir también la Comunión Sacramental? Si excluímos de los Sacramentos a los cristianos divorciados y vueltos a casar. ¿No estaríamos tal vez poniendo en discusión la misma estructura sacramental de la Iglesia”


En realidad no hay contradicción alguna en la milenaria praxis de la Iglesia. Los divorciados vueltos a casar no están dispensados de sus deberes religiosos. Como cristianos bautizados que son, están obligados a observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Consecuentemente no tienen solamente el derecho de asistir a Misa, sino el deber de hacerlo, de observar los preceptos de la Iglesia y de educar a sus hijos como cristianos. Ellos no pueden recibir la Comunión porque están en pecado mortal, pero pueden hacer una comunión espiritual, porque aún si se encuentran a sí mismos en pecado grave, pueden rezar para obtener las gracias necesarias para salir del pecado. Pero parece que la palabra “pecado” no entra en el vocabulario del cardenal Kasper y no aparece ni una sola vez en su reporte al Consistorio. ¿Cómo sorprendernos entonces si, como el mismo Papa Francisco dijo el 31 de Enero “se ha perdido el sentido del pecado”?



La Iglesia primitiva, de acuerdo con el cardenal Kasper, nos daría “una indicación que puede servir como vía de salida” a lo que él define como “el dilema”. El cardenal afirma que en los primeros siglos existía una praxis para algunos cristianos, en la que aún siguiendo vivo su cónyuge, ellos podían contraer una nueva relación luego de un período de penitencia. 
“Orígenes, -nos dice Kasper- se refiere a este uso y lo considera “no irrazonable”. “También Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y algunos otros hacen referencia a él” “En la Iglesia latina, por medio de la autoridad de Agustín, esta práctica fue abandonada en favor de una práctica más severa. También Agustín, sin embargo, en un pasaje habla de pecado venial. No parece, por tanto, haber excluido completamente toda solución pastoral”

Es  una pena que el cardenal no nos dé sus fuentes patrísticas, porque la realidad histórica es completamente distinta de lo que él nos describe. 
El P. George Joyce, en su estudio histórico-doctrinal sobre el Matrimonio Cristiano nos muestra que no se ha podido encontrar ningún decreto de ningún Concilio, ni ninguna declaración de ningún Padre de la Iglesia  durante los primeros cinco siglos de la Era Cristiana, que sostenga la posibilidad de disolver el vínculo matrimonial.

En el s. II, cuando Justino, Atenágoras, Teófilo de Antioquía, mencionan la prohibición evangélica sobre el divorcio, no dan ni una indicación acerca de excepciones. Clemente de Alejandría y Tertuliano son más explícitos aún. Y Orígenes, aún cuando busca alguna justificación para las prácticas adoptadas por ciertos Obispos, especifica que las mismas contradicen la Escritura y la Tradición de la Iglesia. 
Dos de los primeros Concilios, el de Elvira (306) y el de Arles (314), lo repiten con claridad. En todas partes del mundo, la Iglesia tenía la disolución del vínculo matrimonial como imposible y el divorcio con derecho a un segundo matrimonio como algo completamente desconocido.



De entre los Padres, fue san Agustín el que trató la cuestión de la indisolubilidad extensivamente y en muchos de sus trabajos, desde De diversis Quaestionibus (390) to De Coniugiis adulterinis (419). En ellos refuta a los que protestan sobre la severidad de la Iglesia en su doctrina sobre el Matrimonio y es incansablemente firme acerca de su indisolubilidad, mostrando que una vez contraído no puede romperse por ninguna razón o circunstancia que sea. A él le debemos la famosa enumeración de los tres bienes del matrimonio: Proles, fides et sacramentum (hijos, fidelidad y sacramento).



Igualmente falsa es la tesis de la supuesta dualidad entre las posiciones Latina y Oriental con respecto al divorcio en los primeros siglos. No fue sino hasta después de Justiniano que la Iglesia Oriental fue derivando hacia el cesaropapismo al adaptarse a las leyes bizantinas que toleraban el divorcio, mientras que la Iglesia de Roma afirmaba afirmaba la verdad y la independencia de su doctrina con respecto a las autoridades civiles. 
Y con respecto a San Basilio invitamos al cardenal Kasper a leer sus cartas y encontrar en ellas un solo párrafo que autorice explícitamente un segundo matrimonio. Su pensamiento se resume en lo que escribió en Ethica: “No le es lícito a a un hombre repudiar a su mujer y tomar a otra en matrimonio. Tampoco le está permitido a un hombre casarse con una mujer que se haya divorciado de su esposo”

Lo mismo puede decirse acerca del otro autor citado por el cardenal, San Gregorio Nacianceno, que escribió con prístina claridad: “el divorcio es absolutamente contrario a nuestras leyes, aun cuando las leyes de Roma establezcan algo diferente” (Epistola 144Patrologia Greca, vol. 37, col. 248).



La “práctica canónica penitencial” que el cardenal Kasper propone como salida para su “dilema” tiene el significado exactamente opuesto en los primeros siglos al que él parece querer atribuírle. No se hacía para expiar el primer matrimonio, sino para reparar el pecado del segundo, contraído bajo la ley civil, que obviamente requería una expiación y el abandono de esta situación pseudo-matrimonial. 
El undécimo Concilio de Cartago (407), por ejemplo, emitió un decreto  al respecto: “Decretamos, de acuerdo con la disciplina evangélica y apostólica, que la ley no permite ni a un hombre divorciado de su mujer, ni a una mujer repudiada por su marido, contraer nuevas nupcias; sino que estas personas deben permanecer solas, o reconciliarse mutuamente, y que si violan esta ley deben hacer penitencia” (Hefele-Leclercq, Histoire des Conciles, vol. II (I), p. 158).



La posición del cardenal deviene paradójica. En vez de arrepentirse por la situación de pecado en que está, el cristiano vuelto a casar debería arrepentirse de su primer matrimonio, o al menos de su fracaso, del que quizás no tiene culpa alguna. Y más aún: una vez que la legitimidad de la cohabitación en segundas nupcias es admitida, ya no queda ninguna razón lógica que impida cualquier cohabitación prematrimonial, si esta es estable y sincera. Así es como el Bien moral de carácter absoluto se desploma, tal cómo Juan Pablo II nos repitió con gran fuerza en Veritatis Splendor.


Pero el cardenal Kasper continúa impertérrito con su análisis:


“A un divorciado vuelto a casar: 1. si se arrepiente de su fracaso en el primer matrimonio, 2. si ha aclarado las obligaciones del primer matrimonio y si ha excluido de manera definitiva volver atrás, 3. si no puede abandonar sin otras culpas los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil, 4. si se esfuerza en vivir al máximo de sus posibilidades el segundo matrimonio a partir de la fe y educar a sus hijos en la fe, 5. si desea los sacramentos como fuente de fuerza en su situación, ¿debemos o podemos negarle, después de un tiempo de nueva orientación, de "metanoia", el sacramento de la penitencia y después el de la comunión?”



El Cardenal Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ya ha contestado estas preguntas. (Testimonio a favor de la fuerza de la gracia. Sobre la indisolubilidad del matrimonio y el debate acerca de los divorciados vueltos a casar y los sacramentos , intervención de S.E. Mons. Gerhard Ludwig Müller ("L'Osservatore Romano", 23 de octubre de 2013)) al referirse a la familiaris Consortio nro 84, que ordena las precisas indicaciones de carácter pastoral, coherentemente con la enseñanza dogmática de la Iglesia sobre el matrimonio:


En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza. La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la Comunión Eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía” Familiaris Consortio (84)


La posición de la Iglesia es inequívoca: se niega la Comunión a los divorciados vueltos a casar porque el matrimonio es indisoluble y ninguna de las razones  presentadas por el cardenal Kasper permite la celebración de un nuevo matrimonio o la bendición de una pseudo unión matrimonial. La Iglesia no se lo permitió a Enrique VIII, (y perdió el Reino de Inglaterra por esta razón) y jamás lo permitirá, porque tal como Pío XII se lo recordó a los Párrocos de Roma el 16 de Marzo de 1946(*): "El matrimonio entre bautizados, contraído validamente y consumado no puede ser disuelto por ningún poder sobre la tierra, ni siquiera por la máxima autoridad de la Iglesia".



Es decir, ni siquiera por el Papa, y mucho menos por el cardenal Kasper.



Artículo original de Roberto de Mattei, Il Foglio, 1 de Marzo de 2014, suplemento Vaticano Esclusivo, p. 4. Traducción para Rorate: Francesca Romana.

New Catholic





(*) Aquí esa alocución, y agregamos este discurso a la Rota Romana , del 3 de Octubre de 1941. (n del t)