lunes, 25 de abril de 2016

La Neo-reacción. Un interesante artículo de Ross Douthat en el NYT.




Mientras ciertos sectores del liberalismo se "inquietan" en su negacionismo y evidencian su frustración en hiperbólicas descargas de adjetivos, otros van tomando nota de que el mundo está cambiando y que ciertas vacas sagradas del pensamiento moderno (el igualitarismo, la democracia) están siendo cuestionadas legítimamente en sus mismas raíces.

Ofrecemos un interesante artículo de Ross Douthat, del New York Times, y aprovechamos para recomendar a este columnista que viene dando bastante bien en el clavo, considerando dónde escribe y el alcance que tiene.

                                                                            "... el inevitable retorno de la jerarquía..."

La Razón Reaccionaria


Durante  este último año la intelligentsia norteamericana ha sido puesta bajo el microscopio de varias e interesantes formas.

Primero, un grupo de psicólogos sociales publicaron un paper en el que cuantificaron y también criticaron la abrumadora deriva hacia la izquierda que se venía produciendo en su ámbito académico

Luego, Jonathan Haidt, uno de los coautores del trabajo demostró en un trabajo de investigación que todo el ambiente académico norteamericano se había vuelto más y más izquierdista desde 1990. Y, finalmente, un libro de dos politólogos conservadores, “Passing on the Right: Conservative Professors inthe Progressive University” nos dieron un panorama acerca de cómo debían manejarse los académicos de derecha en un medio devenido izquierdista (Respuesta: con mucho cuidado, y con más cuidado que en el pasado)
Mientras tanto, los medios comenzaron a tomar nota del movimiento conocido como la “neo-reacción” que se ha ido desarrollando en la internet, que va desde ciertas concepciones teorizantes que ofrecen críticas monárquicas al igualitarismo o la democracia de masas, hasta sus formas más populares, compuestas por algunos twitteros racistas seguidores de Trump y provocadores opuestos a la corrección política imperante.

Sospecho que estos dos fenómenos están conectados: la deriva izquierdista de la intelligentsia oficial, creciente y permanente, y y la creciente atracción que las ideas reaccionarias ofrecen sobre esta extraña cantidad de autodidactas online.Para los seguidores oportunistas, la neo-reacción ofrece una pretenciosa justificación para su chauvinismo blanco y la adoración a Trump. Pero el vacío que este incipiente movimiento aspira a llenar es completamente real:  en la vida intelectual de los Estados Unidos la permanente tendencia izquierdista no tiene una oposición de la derecha radical,  o al menos,  una respuesta que mantenga un estilo genuinamente reaccionario.

Nuestra intelectualidad tiene, obviamente, un ala conservadora que está mayormente enclaustrada en ciertos think-tanks, más que en los campus universitarios, pero muy poco de este conservadorismo merece realmente ser llamado reacción.  Lo que los liberales atacan como “reaccionario” en la derecha norteamericana es normalmente la orgullosa nostalgia que esta tiene por los Estados Unidos de las eras de Reagan o Eisnhower, que es equivalente a la nostalgia en sentido opuesto que la izquierda tiene por la era dorada de los sindicatos. Lo cierto es que una reacción verdadera rechaza algo que va más allá de la mera noción de la Great Society o de Roe vs. Wade: una reacción verdadera tiene que ir mucho más profundo, hasta las mismas raíces del orden liberal moderno.

 Es cierto que esas críticas profundas al sistema abundan en los ambientes académico, pero prácticamente todas provienen de la izquierda. Sólo hay unos pocos reaccionarios auténticos que deambulan por los departamentos de Filosofía Política en algunas Universidades católicas y publican en periódicos paleo-conservadores.

Pero en realidad nuestras academias tienen muchos marxistas, pero no Falangistas; tiene jacobinos, pero no jacobitas; utopistas económicos, sexuales y ecologistas, pero difícilmente un acólito del Trono y el Altar de Joseph de Maistre. Y prácticamente ningún estudioso que publique sobre, digamos, Thomas Carlyle o T S Eliot o Rudyard Kipling admitiría tener alguna simpatía por las ideas políticas de estos autores.

En un cierto sentido esto es comprensible: esas ideas políticas eran con frecuencia racistas o antisemitas y el estilo reaccionario podía dar alguna apoyatura no sólo al fascismo, sino también a Hitler, y en el contexto americano la cosa más cercana al orden reaccionario sería la aristocracia esclavista sureña. Así que, desde la izquierda mainstream, demasiado pensamiento reaccionario debería ser tabú, y desde la perspectiva del centrismo, la ausencia de lo que podrían ser los equivalentes derechistas de Michel Foucault o Slavoj Zizek, probablemente no signifiquen una gran pérdida de ninguna clase.

Pero mientras que el pensamiento reaccionario tiene una cierta propensión al frikismo, también contiene percepciones verdaderas (como también las contiene, me animaría a decir, Slavoj Zizek…quizás) Las posiciones que el pensamiento reaccionario asume sobre la naturaleza humana --la insolubilidad del sentido tribal o de la cultura, la fragilidad del orden, los males que vienen con el Progreso (con P mayúscula), el inevitable retorno de la jerarquía, la necesaria finitud de la declinación intelectual y estética, la pobreza de los modernos substitutos para la familia, la patria y la religión—no son siempre reivindicados…¿Algunas veces? Sí, algunas veces. ¿Muchas veces? Sí, bueno,  quizás hasta muchas veces.
Porque es verdad que quizás tanto el liberalismo como el conservadorismo puedan incorporar a veces algunas de estas percepciones, pero ambos contienen un optimismo que los ciega frente a las verdades “inconvenientes”. 
Los liberales ven como una tontería que los conservadores pretendan rehacer Irak como una democracia; y los conservadores ven como una tontería que los liberales pretendan rehacer Europa como una utopía post-nacional con sus fronteras abiertas al Islam. Solamente los reaccionarios son capaces de ver ambas tonterías. 

¿Hay alguna forma de hacer lugar al pensamiento reaccionario en nuestra vida intelectual sin dejar entrar ciertas obsesiones racistas o fantasías de despotismo ilustrado? Hasta aquí la evidencia de la neo-reacción no es exactamente alentadora. Y sin embargo, esta extraña atracción viral es también una evidencia de que las ideas no pueden ser permanentemente reprimidas cuando algo en ellas siguen demostrando ser verdad.

Quizás una respuesta sea evitar la sistematización, para dar la bienvenida a un estilo reaccionario que es a la vez artístico, aforístico y religioso, mientras se rechaza la idea de un proyecto reaccionario para nuestra política. Desde Eliot y Waugh y Kipling hasta Houellebecq, hay un canon reaccionario que espera ser celebrado por sí mismo, más que ser visto a través de una lente de respeto meramente estético pero de desaprobación ideológica.

Una frase del filósofo colombiano de derechas Nicolás Gómez Dávila, podría ser esa afirmación que la misión de tal movimiento necesita. Gómez Dávila escribía que su objetivo no era hacer un programa político, sino un mosaico reaccionario. Quizás esa sería la forma que la reacción necesita para convertirse en algo enteramente nuevo: ofrecerse a sí misma no como una alternativa rival tanto para el liberalismo como para el conservadorismo, sino como una visión tan extraña y variopinta,  tal como es la realidad misma.