martes, 17 de mayo de 2016

El agotamiento y extinción de la Hermenéutica de la Continuidad


38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas,
39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,
43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la contaminación a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado.
45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,
46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y contruyeron un nuevo altar como el anterior.
48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los atrios.
49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el Templo.
51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido.
I Macabeos, 4


Dias atrás, el blog 1Peter5, publicó un resumen editado de dos entradas de Hillary White que son dignos de leer completos  (Aquí y Aquí) porque dan cuenta del itinerario espiritual de muchos. Las tribulaciones, mayores o menores, de los que luchan por permanecer católicos.
Ofrecemos una versión en castellano, levemente editada. Al final, H. White trae una serie de textos que afortunadamente están traducidos, así que los hemos agregado. Los que no los conozcan podrán seguramente encontrar más de una respuesta en ellos, y los que ya los han leído podrán repasarlos para solaz y consuelo.

Y para terminar esta breve introducción quisiéramos agregar que, al igual que Judas Macabeo demolió el altar sacrílego y arrojó las piedras a un lugar inmundo, así debemos proceder nosotros, empezando por la Amoris Laetitia, esa fruta venenosa de la que nada bueno se puede sacar y que no comeremos.. 
Y todo aquello que durante estos años hemos intentado áridamente interpretar y torcer para que sea católico, pues ponerlo a un costado en un lugar conveniente hasta que un Profeta (o Nuestro Señor en su Venida), nos dé respuesta. Porque la Hermenéutica de la Continuidad ha terminado. Está agotada y muerta como una higuera estéril. Lo que era católico antes lo será por siempre y lo que es ambiguo jamás será católico. Nuestra fe es diáfana y luminosa y se percibe casi instintivamente (o mejor dicho, por la Gracia)  al primer golpe de vista. Que no nos engañen más con irenismos "ecuménicos", ni siquiera cuando sean ad intra.

Y aquí vamos:
"Hace unos años, más o menos por el año 2003, estaba yo culminando un largo período de estudios sobre la vida religiosa cuando de repente caí en la cuenta de que el curso tomado por la Iglesia era mucho peor de lo que por ese entonces nos hacían creer los escritores católicos “conservadores”. Ese fue el incómodo momento en el que comprendí a los llamados “tradicionalistas”, y aunque jamás luego quise volver atrás y des-conocer lo que ahora sé, ese conocimiento no vino sin un costo. Ya nunca podría des-conocer lo que ahora conozco.
Yo me inicié creyendo en la simplificación de la realidad del relato conservador, que sería más o menos así: en el Concilio y luego de él, había habido un grupo de prelados “liberales” que había tratado de “desviar” los documentos conciliares y la praxis subsiguiente para sus propios propósitos. Estos prelados habían tenido bastante éxito en su cometido y las cosas habían estado bastante complicadas hasta los 80s y 90s, particularmente por los malos Obispos bajo Paulo VI. Pero luego un Papa “conservador” los coartó “limpiando” los seminarios, y convocando nuevos Obispos (mayormente) “conservadores”. El intento de “apropiarse” de la Barca había fracasado en gran medida, y las cosas iban volviendo lentamente al cauce natural de la Iglesia. Había muchos signos de que este joven movimiento “conservador sería el futuro, especialmente por su difusión entre los seminaristas. Algunos Colegios católicos nuevos se autoidentificaban como “Ex corde ecclesiae” mientras las parroquias y algunas diócesis se deshacían de los bongós, las guitarras, los muñecos y los globos en las Misas…todo parecía retornar a la normalidad.

Sonaba bien.  Los Buenos ganaban. El problema es que no era verdad. Los cimientos de lo “normal”, es decir, de la Ortodoxia, eran un piso falso. La realidad era que bajo ese piso falso yacía un enorme edificio, una Iglesia perdida que había sido enterrada y casi olvidada y de la que era estrictamente prohibido hablar.  Pero, para peor, ese falso piso era movible.
Había que enfrentarlo: existía una enorme grieta en la Iglesia Católica, una división de proporciones tales que constituía un cisma de facto. Una nueva y falsa religión se estaba desarrollando dentro de todas las instituciones de la Iglesia,  como la toxina de una infección bacteriana que enferma al cuerpo, y nadie parecía notarlo. Había un cisma oculto, que nadie parecía corregir, anidando desde el final del Concilio. El Neo-modernismo había tenido éxito en reemplazar las auténticas enseñanzas católicas hasta el punto en que el sostenimiento de ciertas doctrinas de la fe o su profesión eran suficientes para expulsar a cualquiera de este “revival católico conservador”. El Neo-Modernismo se había convertido de hecho en el nuevo conservadorismo.

 Trece años son un largo tiempo y desde entonces, y particularmente en estos últimos tres años, las falsas categorías “conservador/liberal de este simplificado relato  se fueron volviendo rápidamente obsoletas. Las contradicciones ya son finalmente inevitables para una gran cantidad de católicos. Y no comenzó con Francisco. Juan Pablo II impulsó este largo declive cuando (por ejemplo) aprobó el uso de mujeres servidoras en la Misa, y una gran cantidad de estos “conservadores", que venían clamando por la restauración de la norma, se vieron repentinamente desbancados por su querido Papa “conservador”

Este golpe a la imagen cuidadosamente construida  de Juan Pablo II como ícono “conservador”, fue devastador para ellos y se quedaron sin poder explicar la realidad. Entonces tomaron la única solución posible, que fue redefinir la ortodoxia de manera tal que incluyese cualquier novedad teológica o disciplinaria que cualquier Papa decidiera instalar. La Papolatría, o  Positivismo Papal, como comenzamos a llamarlo, había nacido. La persona del Papa, el hombre mismo, devino en la nueva ortodoxia, una especie de oráculo semi-divino que nos traería la nueva o la antigua doctrina según el humor, directamente desde la boca del “Espíritu” susurrante en sus oídos. Las “monaguillas” estaban bien, y cualquiera que pidiera su abolición sería un extremista reaccionario, tradi radical, cismático...etc….

Pero había una cosa (realmente una gran área de confluencia) que mantenía a los católicos “conservadores” del mismo lado que a los “Tradis”:

Lentamente, el piso en que se afirmaban  estos “neocatólicos” comenzó a moverse, hasta que les quedó el último metro cuadrado que era la enseñanza de la Iglesia sobre la moral sexual. El relato decía que mientras que el Papa continuara defendiendo y manteniendo estas tesis, no importaba cuantos Coranes besara. Todo eso podía debatirse. El sexo, el matrimonio y los bebés serían  la última línea. El problema es que esta “última línea” había sido escrita con tiza en el piso falso. Y Francisco ha empezado a borrarla. La posición “católica conservadora” había estado a salvo en la zona demarcada, al menos hasta la aparición de la Amoris Laetitia.

Disgresión: (Irónicamente, quizás, este compromiso de la ortodoxia católica vinculándola exclusivamente con las enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual ha significado tomar la línea de los medios de comunicación: la moral católica solamente trata sobre las “cuestiones pélvicas”. Ni un católico neocón ni el editor de temas religiosos del New York Times han escuchado jamás mencionar el Reinado Social de Cristo Rey. Este enorme espacio en blanco en el que solía estar la Religión Católica es la razón por la que los apologistas del Novus Ordo continúan diciendo que a ellos “les simpatizan los Tradicionalistas” siempre que sean de la clase de los que prefieren la Misa Antigua. Los otros, esos que se la pasan mencionando el Syllabus, son llamados “católicos reaccionarios radicales”, porque desafían el paradigma completo. La buena clase de tradicionalistas son esos de los que habla Francisco: un grupo mitológico a los que les ocurre ser “adictos” a una estética anterior. En cambio, los malos prefieren vivir en una Iglesia completamente diferente, en ese edificio en ruinas y enterrado del que se supone que nadie ha escuchado hablar jamás)

 Me llevó mucho tiempo de lecturas, de conversaciones, y de pensar y visitar y aprender para comprender todo esto, pero cuando lo hice fue como si hubiera salido de la Matrix. El universo católico no tenía nada que ver con lo que había creído hasta ese momento.
Hay ciertamente muchos llegados al tradicionalismo que preferirían no saber lo que ahora sabemos. Es terrible e implica saber que muchas puertas se cerrarán para siempre, especialmente con respecto al trabajo y la vocación. Eso es particularmente duro de soportar. Pero allí fue donde la evidencia me llevó: no era posible esquivar la realidad. Sólo cuenta lo Real, aún cuando eso signifique no tener jamás lo más ambicionado en la vida. Aún cuando eso signifique que la dirección que toma  la vida propia, y para siempre, no hubiera sido jamás la que se hubiera  elegido. Pero esa es la razón por la que entendemos qué es lo que está pasando.

Resumiendo, Francisco no es una extraña e inexplicable anomalía. Francisco es la conclusión lógica de lo que ha estado pasando en la Iglesia desde 1965. No es una sorpresa. No es “confuso”. Ciertamente no es una desviación del camino glorioso en el que la Iglesia ha transitado desde la finalización del Concilio. Él es la corporización de todo lo que ha venido pasando desde que la Iglesia abrió las ventanas y dejó entrar al mundo post-ilustrado para que dirigiera las cosas hacia la degradación moral e intelectual. Esto incluye su aparente inhabilidad (y la de sus amigos y seguidores) para entender por qué una contradicción en los términos es un sinsentido (cuando menciono la “degradación intelectual”, me refiero precisamente a eso: a la pérdida de la capacidad de emplear los principios básicos del pensamiento racional)

Todo esto (lo sigo sosteniendo) está bien. No es un desastre salvo que empecemos a  (no)pensar de ese modo. Más aún, todo esto será algo bueno al final, desde que en el mismo Francisco podemos ver a qué grotesca parodia de la fe y de la racionalidad nos lleva este camino. Francisco no es meramente la personificación del vaticanosegundismo:  mientras él se mueve rodeado de un aurea de blasfemia y herejía, mientras se toma selfies, haciendo gala de su irracionalidad, lo cierto es que constituye una muestra educativa del Mal Ejemplo. Alguien que personifica tan perfectamente  lo que es un mal padre que sirve de saludable lección para los hijos.
Desde el primer día de este Pontificado, he venido diciendo que este es el despertador que la Iglesia estaba necesitando tan desesperadamente. Esto era tan evidente que terminado el Cónclave  lo primero que un viejo amigo ateo me dijo fue “Bueno….parece que el Papa Francisco es muy popular entre los que no son católicos, no?”
He mantenido que la Iglesia, sangrando por miles de pequeñas heridas, no hubiera podido sobrevivir a otro papa “coservador”. Juan Pablo II y Benedicto tenían todavía el capital de siglos para gastar, pero ya no queda nada y hay que empezar de cero. Francisco no solamente va a hacer eso posible, sino que no dejará otra alternativa para los creyentes. Y eso es bueno.  Resumiendo: este pontificado era exactamente lo que hacía falta para forzarnos  a los Católicos a re-aprender nuestra fe, para poder defenderla,  no sólo del Mundo sino también de una jerarquía impregnada y adicta a sus pecados intelectuales y carnales.
Así que (Alleluya!) los restos que quedan de los creyentes católicos comienzan a darse cuenta. Aún aquellos que fueron infectados por el positivismo papal que fue la norma bajo Juan Pablo II han comenzado a cuestionarse las panaceas del novusordismo, es decir de esa serie de supuestos tácitos sobre el Catolicismo, que en realidad estaban en directa contradicción con la fe de nuestros Padres"

Al finalizar, Hillary White agrega algunos textos como ayuda "para salir de la Matrix", a los que hemos sumado un par.

Michael Davies
El Ordo Divino de Cranmer
La Nueva Misa del Papa Pablo
El Concilio del Papa Juan

Hugh Ross Williamson
Resumen Histórico de la introducción del protestantismo en Inglaterra

Louis Bouyer
La Descomposición del Catolicismo

Ralph Wiltgen SVD
El Rin desemboca en el Tiber

Romano Amerio
Iota Unum

Ottaviani-Bacci
Breve Examen Crítico del Nuevo Ordo Missale

Monseñor Marcel Lefebvre
Carta Abierta a los Católicos Perplejos

jueves, 12 de mayo de 2016

Cardenal Müller: La ordenación de una diaconisa es irregular e implica la excomunión.


LOS PAPAS NO PUEDEN INTERVENIR EN LA SUSTANCIA DE LOS SACRAMENTOS

El cardenal Müller explicó en el 2001 por qué las mujeres no pueden ser ordenadas como diaconisas

El actual Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, S.E.R Gerhard Ludwig Müller, explicó en una entrevista realizada en diciembre del año 2001, por qué la Iglesia no puede admitir a las mujeres al sacramento del orden en el grado del diaconado, y recordó que «es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos».

(Corazones.org/InfoCatólica) En su asamblea anual, celebrada en diciembre del 2001 en Roma, la Comisión Teológica Internacional de la Congregación para la Doctrina de la Fe trató el tema del diaconado. Al margen de la sesión, el actual Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, S.E.R Gerhard Ludwig Müller, por entonces catedrático de Teología en la Universidad de Munich y profesor invitado en la Facultad de Teología de San Dámaso de Madrid, resumió en una amplia entrevista al periódico católico alemán «Die Tagespost» los resultados de la discusión, que fueron reunidos en un documento entregado a quien era Prefecto del Dicasterio, Cardenal Joseph Ratzinger.
Müller explicó que el diaconado no es un sacramento aparte, sino que participa del único sacramento del orden. De este modo, afronta la cuestión del diaconado de las mujeres, explicando que nunca se han dado casos de ordenación sacerdotal de mujeres. Estos son algunos de los pasajes más interesantes de la entrevista.

–¿Es el diaconado un sacramento propio?

La Iglesia enseña con claridad que el sacramento del Orden es uno de los siete sacramentos de la Iglesia; como ejercicio pleno, en el Espíritu Santo, de la misión única en su origen de los apóstoles de Cristo, es ejercido en su plenitud por el obispo. La participación diferenciada en él se denomina, según el grado de su concreción, presbiterado o diaconado.

–¿Se puede separar acaso el diaconado de las mujeres del sacerdocio femenino?

¡No! Por razón de la unidad del sacramento del Orden, que ha sido subrayada en las deliberaciones de la Comisión Teológica, no se puede medir con diferente rasero. Sería entonces una verdadera discriminación de la mujer si se la considerara apta para el diaconado, pero no para el presbiterado o el episcopado. Se rompería de raíz la unidad del sacramento si, al diaconado como ministerio del servicio, se opusiera el presbiterado como ministerio del gobierno, y de ello se dedujera que la mujer tiene, a diferencia del varón, una mayor afinidad para servir, y por ello sería apta para el diaconado pero no para el presbiterado. Pero el ministerio apostólico en su conjunto es un servicio en los tres grados en los que es ejercido. La Iglesia no ordena a las mujeres no porque les falte algún don espiritual o algún talento natural, sino porque –como en el sacramento del matrimonio– la diferenciación sexual y de relación entre hombre y mujer contiene en sí un simbolismo que presenta y representa en sí una condición previa para expresar la dimensión salvífica de la relación de Cristo y la Iglesia. Si el diácono, con el obispo y el presbítero, a partir de la unidad radical de los tres grados del Orden, actúa desde Cristo, cabeza y esposo de la Iglesia a favor de la Iglesia, es evidente que sólo un hombre puede representar esta relación de Cristo con la Iglesia. Y al revés es igualmente evidente que Dios sólo podía tomar su naturaleza humana de una mujer, y por ello también el género femenino tiene en el orden de la gracia –por la referencia interna de naturaleza y gracia– una importancia inconfundible, fundamental, y en modo alguno meramente accidental.

–¿Hay en realidad declaraciones doctrinales vinculantes acerca de la cuestión del diaconado femenino?

La tradición litúrgica y teológica de la Iglesia emplea un lenguaje unívoco. Se trata en este asunto de una enseñanza vinculante e irreversible de la Iglesia, que está garantizada por el magisterio ordinario y general de la Iglesia, pero que puede ser confirmada nuevamente con una mayor autoridad si se continúa presentando de modo adulterado la tradición doctrinal de la Iglesia, con el fin de forzar la evolución en una determinada dirección. Me asombra el escaso conocimiento histórico de algunos y la ausencia del sentido de la fe; si no fuera así, deberían saber que nunca se ha logrado y nunca se conseguirá poner a la Iglesia, precisamente en el ámbito central de su doctrina y liturgia, en contradicción con la Sagrada Escritura y con su propia Tradición.

–¿Qué ocurre si un obispo válidamente ordenado, fuera de la comunión de la Iglesia, ordena a una mujer como diaconisa?

De modo invisible, es decir, ante Dios, no sucede nada, pues tal ordenación es inválida. Visiblemente, es decir, en la Iglesia, sí sucede algo, pues un obispo católico que lleva a cabo una ordenación irregular incurre en la pena de excomunión.

–¿Podría el Papa decidir que, en el futuro, las mujeres recibieran el diaconado?

El Papa, al contrario de lo que piensan muchos, no es el dueño de la Iglesia o el soberano absoluto de su doctrina.. A él sólo le está confiada la tutela de la Revelación y de su interpretación auténtica. Teniendo en consideración la fe de la Iglesia, que se expresa en su práctica dogmática y litúrgica, es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos, a la que pertenece de modo esencial la cuestión del sujeto receptor legítimo del sacramento del Orden.

–¿Están excluidas las mujeres por completo de la participación en los servicios eclesiales? ¿No hay lugar para las mujeres en la Iglesia?

Si dejamos a un lado una reducción clerical de la Iglesia, la pregunta no se plantea ya de este modo. La Iglesia, en sus procesos vitales y en su servicio al hombre, es una corresponsabilidad esencial de todos los cristianos, precisamente también de los laicos; en muchos países no podemos quejarnos actualmente de un exceso de apostolado activo de los laicos. Pensemos en el dramático retroceso de las Órdenes y comunidades religiosas femeninas, sin las que la Iglesia no hubiera enraizado nunca en las diferentes naciones y culturas. En los ministerios específicos de Derecho canónico y humano, a los que pueden ser también llamados los laicos a colaborar junto con la jerarquía, es decir, obispo, presbítero y diácono, las mujeres desempeñan servicios importantes para la Iglesia, y que también para ellas mismas son satisfactorios desde el punto de vista humano y espiritual. Lo que hoy en día llevan a cabo las mujeres como profesoras de Religión, profesoras de Teología, agentes de pastoral, y también las actividades no retribuidas en las comunidades, va mucho más allá de lo que hacían las diaconisas de la Iglesia primitiva. El restablecimiento del antiguo ministerio de las diaconisas sería únicamente un anacronismo divertido. Por el contrario, el Concilio ha marcado las directrices del futuro de la colaboración de los laicos en el capítulo 4 de la Constitución «Lumen gentium», por desgracia poco estudiado.

lunes, 2 de mayo de 2016

2 de Mayo, San Atanasio

"No es hoy la primera vez que la Iglesia sostiene el orden y el dogma. Ambos le fueron confiados seguramente por los Padres. Tampoco comienza hoy la fe, sino que nos viene del Señor a través de sus discípulos. Ojalá que no sea abandonado en nuestros días lo que la Iglesia custodió desde el principio, ojalá no traicionemos lo que nos ha sido confiado.
Hermanos, como ministros de los Misterios divinos no permanezcáis inertes, pues veis como todos esos tesoros son saqueados por el enemigo"