jueves, 7 de julio de 2016

La Espalda de Felipe


This is the way the world ends
This is the way the world ends
This is the way the world ends
Not with a bang but a whimper.

T.S. Eliot, "The Hollow Men"

Para los que alguna vez preguntaron: el nombre viene de un chiste de Mafalda en el que Miguelito, que no Felipe, hacía una apología de la espalda como algo absolutamente necesario para poder irse. Confundido que fue Miguelito por Felipe, y así quedó el título.
Al margen de la deleznable Mafalda, siempre me pareció que el asunto era una buena metáfora acerca de la muerte. Saber que estamos de paso para poder irnos alguna vez y llegar definitivamente al lugar que añoramos y al que realmente pertenecemos.

La intención fue que si alguien llegaba aquí, saliera por alguno de los links y leyera algo que valiera más la pena. Eso se logró, y fue mucho más allá de lo imaginado. Espero que haya servido.

Pero creo que todo lo que había que decir ya fue dicho. Si había confundidos o perplejos, creo que ya saben. Y los que no saben es porque ya eligieron no saber. Ahora llegó el tiempo de dejar el barullo atrás y retirarse a rezar, y a las cosas de cada uno, en la Iglesia doméstica, con los amigos y la familia. Ellos, los Bergoglios, los clérigos apóstatas y los traidores  no prevalecerán, eso es todo lo que sabemos, y es lo que importa. Dios dirá.
Y dando la espalda, nos vamos.  



viernes, 17 de junio de 2016

Bergoglio otra vez: "La mayoría de los matrimonios sacramentales son nulos"

“Una gran mayoría de nuestros matrimonios sacramentales son nulos”, señaló este jueves el Papa Francisco durante la apertura de un congreso diocesano en Roma (Italia)
Y que: 
“he visto parejas que luego de dos o tres años se han casado y yo los he visto entrar a la iglesia: papá, mamá, con el niño de la mano, pero sabían bien lo que hacían”

Así que el consejo del Papa a los novios sería "ayúntense, prueben, convivan, forniquen bastante durante dos o tres años y después vuelvan sabiendo lo que hacen. O no vuelvan, porque en definitiva todo da igual"
Bergoglio continúa sin pausa la demolición de los Sacramentos.

Visto aquí
Basta.
Corríjanlo, sres. Obispos. O destitúyanlo. Al menos por temor al infierno, porque no les queda mucho tiempo aquí.

martes, 17 de mayo de 2016

El agotamiento y extinción de la Hermenéutica de la Continuidad


38 Cuando vieron el santuario desolado, el altar profanado, las puertas quemadas, arbustos nacidos en los atrios como en un bosque o en un monte cualquiera, y las salas destruidas,
39 rasgaron sus vestidos, dieron muestras de gran dolor y pusieron ceniza sobre sus cabezas.
40 Cayeron luego rostro en tierra y a una señal dada por las trompetas, alzaron sus clamores al Cielo.
41 Judas dio orden a sus hombres de combatir a los de la Ciudadela hasta terminar la purificación del Lugar Santo.
42 Luego eligió sacerdotes irreprochables, celosos de la Ley,
43 que purificaron el Lugar Santo y llevaron las piedras de la contaminación a un lugar inmundo.
44 Deliberaron sobre lo que había de hacerse con el altar de los holocaustos que estaba profanado.
45 Con buen parecer acordaron demolerlo para evitarse un oprobio, dado que los gentiles lo habían contaminado. Lo demolieron, pues,
46 y depositaron sus piedras en el monte de la Casa, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta que diera respuesta sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar, como prescribía la Ley, y contruyeron un nuevo altar como el anterior.
48 Repararon el Lugar Santo y el interior de la Casa y santificaron los atrios.
49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del templo el candelabro, el altar del incienso y la mesa.
50 Quemaron incienso sobre el altar y encendieron las lámparas del candelabro, que lucieron en el Templo.
51 Pusieron panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y dieron fin a la obra que habían emprendido.
I Macabeos, 4


Dias atrás, el blog 1Peter5, publicó un resumen editado de dos entradas de Hillary White que son dignos de leer completos  (Aquí y Aquí) porque dan cuenta del itinerario espiritual de muchos. Las tribulaciones, mayores o menores, de los que luchan por permanecer católicos.
Ofrecemos una versión en castellano, levemente editada. Al final, H. White trae una serie de textos que afortunadamente están traducidos, así que los hemos agregado. Los que no los conozcan podrán seguramente encontrar más de una respuesta en ellos, y los que ya los han leído podrán repasarlos para solaz y consuelo.

Y para terminar esta breve introducción quisiéramos agregar que, al igual que Judas Macabeo demolió el altar sacrílego y arrojó las piedras a un lugar inmundo, así debemos proceder nosotros, empezando por la Amoris Laetitia, esa fruta venenosa de la que nada bueno se puede sacar y que no comeremos.. 
Y todo aquello que durante estos años hemos intentado áridamente interpretar y torcer para que sea católico, pues ponerlo a un costado en un lugar conveniente hasta que un Profeta (o Nuestro Señor en su Venida), nos dé respuesta. Porque la Hermenéutica de la Continuidad ha terminado. Está agotada y muerta como una higuera estéril. Lo que era católico antes lo será por siempre y lo que es ambiguo jamás será católico. Nuestra fe es diáfana y luminosa y se percibe casi instintivamente (o mejor dicho, por la Gracia)  al primer golpe de vista. Que no nos engañen más con irenismos "ecuménicos", ni siquiera cuando sean ad intra.

Y aquí vamos:
"Hace unos años, más o menos por el año 2003, estaba yo culminando un largo período de estudios sobre la vida religiosa cuando de repente caí en la cuenta de que el curso tomado por la Iglesia era mucho peor de lo que por ese entonces nos hacían creer los escritores católicos “conservadores”. Ese fue el incómodo momento en el que comprendí a los llamados “tradicionalistas”, y aunque jamás luego quise volver atrás y des-conocer lo que ahora sé, ese conocimiento no vino sin un costo. Ya nunca podría des-conocer lo que ahora conozco.
Yo me inicié creyendo en la simplificación de la realidad del relato conservador, que sería más o menos así: en el Concilio y luego de él, había habido un grupo de prelados “liberales” que había tratado de “desviar” los documentos conciliares y la praxis subsiguiente para sus propios propósitos. Estos prelados habían tenido bastante éxito en su cometido y las cosas habían estado bastante complicadas hasta los 80s y 90s, particularmente por los malos Obispos bajo Paulo VI. Pero luego un Papa “conservador” los coartó “limpiando” los seminarios, y convocando nuevos Obispos (mayormente) “conservadores”. El intento de “apropiarse” de la Barca había fracasado en gran medida, y las cosas iban volviendo lentamente al cauce natural de la Iglesia. Había muchos signos de que este joven movimiento “conservador sería el futuro, especialmente por su difusión entre los seminaristas. Algunos Colegios católicos nuevos se autoidentificaban como “Ex corde ecclesiae” mientras las parroquias y algunas diócesis se deshacían de los bongós, las guitarras, los muñecos y los globos en las Misas…todo parecía retornar a la normalidad.

Sonaba bien.  Los Buenos ganaban. El problema es que no era verdad. Los cimientos de lo “normal”, es decir, de la Ortodoxia, eran un piso falso. La realidad era que bajo ese piso falso yacía un enorme edificio, una Iglesia perdida que había sido enterrada y casi olvidada y de la que era estrictamente prohibido hablar.  Pero, para peor, ese falso piso era movible.
Había que enfrentarlo: existía una enorme grieta en la Iglesia Católica, una división de proporciones tales que constituía un cisma de facto. Una nueva y falsa religión se estaba desarrollando dentro de todas las instituciones de la Iglesia,  como la toxina de una infección bacteriana que enferma al cuerpo, y nadie parecía notarlo. Había un cisma oculto, que nadie parecía corregir, anidando desde el final del Concilio. El Neo-modernismo había tenido éxito en reemplazar las auténticas enseñanzas católicas hasta el punto en que el sostenimiento de ciertas doctrinas de la fe o su profesión eran suficientes para expulsar a cualquiera de este “revival católico conservador”. El Neo-Modernismo se había convertido de hecho en el nuevo conservadorismo.

 Trece años son un largo tiempo y desde entonces, y particularmente en estos últimos tres años, las falsas categorías “conservador/liberal de este simplificado relato  se fueron volviendo rápidamente obsoletas. Las contradicciones ya son finalmente inevitables para una gran cantidad de católicos. Y no comenzó con Francisco. Juan Pablo II impulsó este largo declive cuando (por ejemplo) aprobó el uso de mujeres servidoras en la Misa, y una gran cantidad de estos “conservadores", que venían clamando por la restauración de la norma, se vieron repentinamente desbancados por su querido Papa “conservador”

Este golpe a la imagen cuidadosamente construida  de Juan Pablo II como ícono “conservador”, fue devastador para ellos y se quedaron sin poder explicar la realidad. Entonces tomaron la única solución posible, que fue redefinir la ortodoxia de manera tal que incluyese cualquier novedad teológica o disciplinaria que cualquier Papa decidiera instalar. La Papolatría, o  Positivismo Papal, como comenzamos a llamarlo, había nacido. La persona del Papa, el hombre mismo, devino en la nueva ortodoxia, una especie de oráculo semi-divino que nos traería la nueva o la antigua doctrina según el humor, directamente desde la boca del “Espíritu” susurrante en sus oídos. Las “monaguillas” estaban bien, y cualquiera que pidiera su abolición sería un extremista reaccionario, tradi radical, cismático...etc….

Pero había una cosa (realmente una gran área de confluencia) que mantenía a los católicos “conservadores” del mismo lado que a los “Tradis”:

Lentamente, el piso en que se afirmaban  estos “neocatólicos” comenzó a moverse, hasta que les quedó el último metro cuadrado que era la enseñanza de la Iglesia sobre la moral sexual. El relato decía que mientras que el Papa continuara defendiendo y manteniendo estas tesis, no importaba cuantos Coranes besara. Todo eso podía debatirse. El sexo, el matrimonio y los bebés serían  la última línea. El problema es que esta “última línea” había sido escrita con tiza en el piso falso. Y Francisco ha empezado a borrarla. La posición “católica conservadora” había estado a salvo en la zona demarcada, al menos hasta la aparición de la Amoris Laetitia.

Disgresión: (Irónicamente, quizás, este compromiso de la ortodoxia católica vinculándola exclusivamente con las enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual ha significado tomar la línea de los medios de comunicación: la moral católica solamente trata sobre las “cuestiones pélvicas”. Ni un católico neocón ni el editor de temas religiosos del New York Times han escuchado jamás mencionar el Reinado Social de Cristo Rey. Este enorme espacio en blanco en el que solía estar la Religión Católica es la razón por la que los apologistas del Novus Ordo continúan diciendo que a ellos “les simpatizan los Tradicionalistas” siempre que sean de la clase de los que prefieren la Misa Antigua. Los otros, esos que se la pasan mencionando el Syllabus, son llamados “católicos reaccionarios radicales”, porque desafían el paradigma completo. La buena clase de tradicionalistas son esos de los que habla Francisco: un grupo mitológico a los que les ocurre ser “adictos” a una estética anterior. En cambio, los malos prefieren vivir en una Iglesia completamente diferente, en ese edificio en ruinas y enterrado del que se supone que nadie ha escuchado hablar jamás)

 Me llevó mucho tiempo de lecturas, de conversaciones, y de pensar y visitar y aprender para comprender todo esto, pero cuando lo hice fue como si hubiera salido de la Matrix. El universo católico no tenía nada que ver con lo que había creído hasta ese momento.
Hay ciertamente muchos llegados al tradicionalismo que preferirían no saber lo que ahora sabemos. Es terrible e implica saber que muchas puertas se cerrarán para siempre, especialmente con respecto al trabajo y la vocación. Eso es particularmente duro de soportar. Pero allí fue donde la evidencia me llevó: no era posible esquivar la realidad. Sólo cuenta lo Real, aún cuando eso signifique no tener jamás lo más ambicionado en la vida. Aún cuando eso signifique que la dirección que toma  la vida propia, y para siempre, no hubiera sido jamás la que se hubiera  elegido. Pero esa es la razón por la que entendemos qué es lo que está pasando.

Resumiendo, Francisco no es una extraña e inexplicable anomalía. Francisco es la conclusión lógica de lo que ha estado pasando en la Iglesia desde 1965. No es una sorpresa. No es “confuso”. Ciertamente no es una desviación del camino glorioso en el que la Iglesia ha transitado desde la finalización del Concilio. Él es la corporización de todo lo que ha venido pasando desde que la Iglesia abrió las ventanas y dejó entrar al mundo post-ilustrado para que dirigiera las cosas hacia la degradación moral e intelectual. Esto incluye su aparente inhabilidad (y la de sus amigos y seguidores) para entender por qué una contradicción en los términos es un sinsentido (cuando menciono la “degradación intelectual”, me refiero precisamente a eso: a la pérdida de la capacidad de emplear los principios básicos del pensamiento racional)

Todo esto (lo sigo sosteniendo) está bien. No es un desastre salvo que empecemos a  (no)pensar de ese modo. Más aún, todo esto será algo bueno al final, desde que en el mismo Francisco podemos ver a qué grotesca parodia de la fe y de la racionalidad nos lleva este camino. Francisco no es meramente la personificación del vaticanosegundismo:  mientras él se mueve rodeado de un aurea de blasfemia y herejía, mientras se toma selfies, haciendo gala de su irracionalidad, lo cierto es que constituye una muestra educativa del Mal Ejemplo. Alguien que personifica tan perfectamente  lo que es un mal padre que sirve de saludable lección para los hijos.
Desde el primer día de este Pontificado, he venido diciendo que este es el despertador que la Iglesia estaba necesitando tan desesperadamente. Esto era tan evidente que terminado el Cónclave  lo primero que un viejo amigo ateo me dijo fue “Bueno….parece que el Papa Francisco es muy popular entre los que no son católicos, no?”
He mantenido que la Iglesia, sangrando por miles de pequeñas heridas, no hubiera podido sobrevivir a otro papa “coservador”. Juan Pablo II y Benedicto tenían todavía el capital de siglos para gastar, pero ya no queda nada y hay que empezar de cero. Francisco no solamente va a hacer eso posible, sino que no dejará otra alternativa para los creyentes. Y eso es bueno.  Resumiendo: este pontificado era exactamente lo que hacía falta para forzarnos  a los Católicos a re-aprender nuestra fe, para poder defenderla,  no sólo del Mundo sino también de una jerarquía impregnada y adicta a sus pecados intelectuales y carnales.
Así que (Alleluya!) los restos que quedan de los creyentes católicos comienzan a darse cuenta. Aún aquellos que fueron infectados por el positivismo papal que fue la norma bajo Juan Pablo II han comenzado a cuestionarse las panaceas del novusordismo, es decir de esa serie de supuestos tácitos sobre el Catolicismo, que en realidad estaban en directa contradicción con la fe de nuestros Padres"

Al finalizar, Hillary White agrega algunos textos como ayuda "para salir de la Matrix", a los que hemos sumado un par.

Michael Davies
El Ordo Divino de Cranmer
La Nueva Misa del Papa Pablo
El Concilio del Papa Juan

Hugh Ross Williamson
Resumen Histórico de la introducción del protestantismo en Inglaterra

Louis Bouyer
La Descomposición del Catolicismo

Ralph Wiltgen SVD
El Rin desemboca en el Tiber

Romano Amerio
Iota Unum

Ottaviani-Bacci
Breve Examen Crítico del Nuevo Ordo Missale

Monseñor Marcel Lefebvre
Carta Abierta a los Católicos Perplejos

jueves, 12 de mayo de 2016

Cardenal Müller: La ordenación de una diaconisa es irregular e implica la excomunión.


LOS PAPAS NO PUEDEN INTERVENIR EN LA SUSTANCIA DE LOS SACRAMENTOS

El cardenal Müller explicó en el 2001 por qué las mujeres no pueden ser ordenadas como diaconisas

El actual Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, S.E.R Gerhard Ludwig Müller, explicó en una entrevista realizada en diciembre del año 2001, por qué la Iglesia no puede admitir a las mujeres al sacramento del orden en el grado del diaconado, y recordó que «es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos».

(Corazones.org/InfoCatólica) En su asamblea anual, celebrada en diciembre del 2001 en Roma, la Comisión Teológica Internacional de la Congregación para la Doctrina de la Fe trató el tema del diaconado. Al margen de la sesión, el actual Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, S.E.R Gerhard Ludwig Müller, por entonces catedrático de Teología en la Universidad de Munich y profesor invitado en la Facultad de Teología de San Dámaso de Madrid, resumió en una amplia entrevista al periódico católico alemán «Die Tagespost» los resultados de la discusión, que fueron reunidos en un documento entregado a quien era Prefecto del Dicasterio, Cardenal Joseph Ratzinger.
Müller explicó que el diaconado no es un sacramento aparte, sino que participa del único sacramento del orden. De este modo, afronta la cuestión del diaconado de las mujeres, explicando que nunca se han dado casos de ordenación sacerdotal de mujeres. Estos son algunos de los pasajes más interesantes de la entrevista.

–¿Es el diaconado un sacramento propio?

La Iglesia enseña con claridad que el sacramento del Orden es uno de los siete sacramentos de la Iglesia; como ejercicio pleno, en el Espíritu Santo, de la misión única en su origen de los apóstoles de Cristo, es ejercido en su plenitud por el obispo. La participación diferenciada en él se denomina, según el grado de su concreción, presbiterado o diaconado.

–¿Se puede separar acaso el diaconado de las mujeres del sacerdocio femenino?

¡No! Por razón de la unidad del sacramento del Orden, que ha sido subrayada en las deliberaciones de la Comisión Teológica, no se puede medir con diferente rasero. Sería entonces una verdadera discriminación de la mujer si se la considerara apta para el diaconado, pero no para el presbiterado o el episcopado. Se rompería de raíz la unidad del sacramento si, al diaconado como ministerio del servicio, se opusiera el presbiterado como ministerio del gobierno, y de ello se dedujera que la mujer tiene, a diferencia del varón, una mayor afinidad para servir, y por ello sería apta para el diaconado pero no para el presbiterado. Pero el ministerio apostólico en su conjunto es un servicio en los tres grados en los que es ejercido. La Iglesia no ordena a las mujeres no porque les falte algún don espiritual o algún talento natural, sino porque –como en el sacramento del matrimonio– la diferenciación sexual y de relación entre hombre y mujer contiene en sí un simbolismo que presenta y representa en sí una condición previa para expresar la dimensión salvífica de la relación de Cristo y la Iglesia. Si el diácono, con el obispo y el presbítero, a partir de la unidad radical de los tres grados del Orden, actúa desde Cristo, cabeza y esposo de la Iglesia a favor de la Iglesia, es evidente que sólo un hombre puede representar esta relación de Cristo con la Iglesia. Y al revés es igualmente evidente que Dios sólo podía tomar su naturaleza humana de una mujer, y por ello también el género femenino tiene en el orden de la gracia –por la referencia interna de naturaleza y gracia– una importancia inconfundible, fundamental, y en modo alguno meramente accidental.

–¿Hay en realidad declaraciones doctrinales vinculantes acerca de la cuestión del diaconado femenino?

La tradición litúrgica y teológica de la Iglesia emplea un lenguaje unívoco. Se trata en este asunto de una enseñanza vinculante e irreversible de la Iglesia, que está garantizada por el magisterio ordinario y general de la Iglesia, pero que puede ser confirmada nuevamente con una mayor autoridad si se continúa presentando de modo adulterado la tradición doctrinal de la Iglesia, con el fin de forzar la evolución en una determinada dirección. Me asombra el escaso conocimiento histórico de algunos y la ausencia del sentido de la fe; si no fuera así, deberían saber que nunca se ha logrado y nunca se conseguirá poner a la Iglesia, precisamente en el ámbito central de su doctrina y liturgia, en contradicción con la Sagrada Escritura y con su propia Tradición.

–¿Qué ocurre si un obispo válidamente ordenado, fuera de la comunión de la Iglesia, ordena a una mujer como diaconisa?

De modo invisible, es decir, ante Dios, no sucede nada, pues tal ordenación es inválida. Visiblemente, es decir, en la Iglesia, sí sucede algo, pues un obispo católico que lleva a cabo una ordenación irregular incurre en la pena de excomunión.

–¿Podría el Papa decidir que, en el futuro, las mujeres recibieran el diaconado?

El Papa, al contrario de lo que piensan muchos, no es el dueño de la Iglesia o el soberano absoluto de su doctrina.. A él sólo le está confiada la tutela de la Revelación y de su interpretación auténtica. Teniendo en consideración la fe de la Iglesia, que se expresa en su práctica dogmática y litúrgica, es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos, a la que pertenece de modo esencial la cuestión del sujeto receptor legítimo del sacramento del Orden.

–¿Están excluidas las mujeres por completo de la participación en los servicios eclesiales? ¿No hay lugar para las mujeres en la Iglesia?

Si dejamos a un lado una reducción clerical de la Iglesia, la pregunta no se plantea ya de este modo. La Iglesia, en sus procesos vitales y en su servicio al hombre, es una corresponsabilidad esencial de todos los cristianos, precisamente también de los laicos; en muchos países no podemos quejarnos actualmente de un exceso de apostolado activo de los laicos. Pensemos en el dramático retroceso de las Órdenes y comunidades religiosas femeninas, sin las que la Iglesia no hubiera enraizado nunca en las diferentes naciones y culturas. En los ministerios específicos de Derecho canónico y humano, a los que pueden ser también llamados los laicos a colaborar junto con la jerarquía, es decir, obispo, presbítero y diácono, las mujeres desempeñan servicios importantes para la Iglesia, y que también para ellas mismas son satisfactorios desde el punto de vista humano y espiritual. Lo que hoy en día llevan a cabo las mujeres como profesoras de Religión, profesoras de Teología, agentes de pastoral, y también las actividades no retribuidas en las comunidades, va mucho más allá de lo que hacían las diaconisas de la Iglesia primitiva. El restablecimiento del antiguo ministerio de las diaconisas sería únicamente un anacronismo divertido. Por el contrario, el Concilio ha marcado las directrices del futuro de la colaboración de los laicos en el capítulo 4 de la Constitución «Lumen gentium», por desgracia poco estudiado.

lunes, 2 de mayo de 2016

2 de Mayo, San Atanasio

"No es hoy la primera vez que la Iglesia sostiene el orden y el dogma. Ambos le fueron confiados seguramente por los Padres. Tampoco comienza hoy la fe, sino que nos viene del Señor a través de sus discípulos. Ojalá que no sea abandonado en nuestros días lo que la Iglesia custodió desde el principio, ojalá no traicionemos lo que nos ha sido confiado.
Hermanos, como ministros de los Misterios divinos no permanezcáis inertes, pues veis como todos esos tesoros son saqueados por el enemigo"

sábado, 30 de abril de 2016

El reportaje a Spaemann: "El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la Iglesia y abre la puerta a un cisma"

En Infocatólica


CARDENALES, OBISPOS Y SACERDOTES DEBEN DEFENDER LA FE

Robert Spaemann asegura que «Amoris laetitia» rompe con la encíclica «Veritatis Splendor»

San Juan Pablo II lo tuvo como consejero. Benedicto XVI lo aprecia como amigo. Es considerado el filósofo alemán católico más importante de las últimas décadas: Robert Spaemann. En una entrevista exclusiva con la CNA alemana, el profesor emérito de filosofía expresa su lectura de Amoris Laetitia, el documento postsinodal de casi 300 páginas del Papa Francisco que fue presentado el 8 de abril.

(CNA/InfoCatólica) Entrevista a Robert Spaemann:

Profesor Spaemann, usted ha acompañado con su filosofía los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Muchos creyentes hoy en día discuten si la exhortación post-sinodal «Amoris Laetitia» de Francisco puede ser leída en continuidad con las enseñanzas de la Iglesia y de estos papas.

Para la mayor parte del texto es posible, a pesar de que su línea da lugar a conclusiones que pueden no ser compatibles con las enseñanzas de la Iglesia. En cualquier caso, el artículo 305, junto con la nota 351, que establece que los fieles «en una situación objetiva de pecado» pueden ser admitidos a los sacramentos «debido a circunstancias atenuantes» contradice directamente el artículo 84 de la «Familiaris Consortio» de Juan Pablo II.

¿Qué deseaba Juan Pablo II?

Juan Pablo II declara la sexualidad humana «símbolo real de la donación de toda la persona» y «sin ninguna limitación temporal ni de ningún tipo». El artículo 84 dice, entonces, con toda claridad que los divorciados vueltos a casar, si desean acceder a la comunión, deben renunciar a los actos sexuales. Un cambio en la práctica de la administración de los sacramentos por tanto no sería un «desarrollo» de la «Familiaris Consortio», como dijo el cardenal Kasper, sino una ruptura substancial con su enseñanza antropológica y teológica sobre el matrimonio y la sexualidad humana.
La Iglesia no tiene el poder, sin que haya una conversión previa, de juzgar positivamente unas relaciones sexuales desordenadas, mediante la administración de los sacramentos, disponiendo anticipadamente de la misericordia de Dios. Y esto sigue siendo cierto, sin importar cuál sea el juicio sobre estas situaciones, tanto en el plano moral como en el plano humano. En este caso, como en la ordenación de mujeres, la puerta está cerrada.

¿No se podría argumentar que las consideraciones antropológicas y teológicas que usted ha mencionado tal vez sean verdaderas, pero que la misericordia de Dios no está sujeta a estos límites, sino que se conecta a la situación concreta de cada persona?

La misericordia de Dios está en el corazón de la fe cristiana en la Encarnación y la Redención. Ciertamente, Dios mira a cada persona en su situación particular. Él conoce a cada una de las personas mejor que lo que ella se conoce a sí misma. La vida cristiana, sin embargo, no es un entrenamiento pedagógico en el que uno se mueve hacia el matrimonio como un ideal, como«Amoris Laetitia» parece sugerir en muchos pasajes. Todo el ámbito de las relaciones, especialmente las de naturaleza sexual, tiene que ver con la dignidad de la persona humana, con su personalidad y libertad. Tiene que ver con el cuerpo como «templo de Dios» (1 Cor 6,19). Cualquier violación de este ámbito, aunque se haya vuelto frecuente, es, pues, una violación de la relación con Dios, a quien los cristianos se saben llamados; es un pecado contra su santidad, y tiene siempre y continuamente necesidad de purificación y conversión.
La misericordia de Dios consiste precisamente en que esta conversión se hace posible continuamente y siempre de nuevo. La misericordia, desde luego, no está vinculada a determinados límites, pero la Iglesia, por su parte, está obligada a predicar la conversión y no tiene el poder de superar los límites existentes mediante la administración de los sacramentos, haciendo así violencia a la misericordia de Dios. Esto sería orgullosa arrogancia.
Por lo tanto, los clérigos que se atienen al orden existente no condenan a nadie, sino tienen en cuenta y anuncian este límite hacia la santidad de Dios. Es un anuncio saludable. Acusarlos injustamente, por esto, de «esconderse detrás de las enseñanzas de la Iglesia» y de «sentarse en la cátedra de Moisés... para lanzar piedras a la vida de las personas» (art. 305), es algo que no quiero ni comentar. Se debe notar, sólo de pasada, que aquí se utiliza, jugando con una deliberada interpretación errónea, ese pasaje del Evangelio. Jesús dice, de hecho, sí, que los fariseos y los escribas se sientan en la cátedra de Moisés, pero hace hincapié en que los discípulos deben practicar y observar todo lo que ellos dicen, pero no deben vivir como ellos (Mt 23: 2).

El Papa quiere que no nos centremos en las frases individuales de su exhortación, sino que se tenga en cuenta todo el trabajo en su conjunto.

Desde mi punto de vista, centrarse en los pasajes antes citados está totalmente justificado. Delante de un texto del Magisterio papal no se puede esperar que la gente se alegre por un hermoso texto y disimule como si nada ante frases cruciales, que cambian la enseñanza de la Iglesia. En este caso sólo hay una clara decisión entre el sí y el no. Dar o negar la comunión: no hay término medio.

Francisco en su escrito enfatiza repetidamente que nadie puede ser condenado para siempre.

Me resulta difícil entender lo que quiere decir. Que a la Iglesia no le es lícito condenar a nadie personalmente, y mucho menos eternamente - lo cual, gracias a Dios, ni siquiera puede hacer - es claro. Pero, cuando se trata de relaciones sexuales que contradicen objetivamente el orden cristiano de la vida, entonces realmente quisiera que el Papa me dijera después de cuánto tiempo y bajo qué circunstancias un comportamiento objetivamente pecaminoso se convierte en una conducta agradable a Dios.

Aquí, entonces, ¿se trata realmente de una ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia?

Que se trata de una ruptura es algo evidente para cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión.

¿Cómo se ha podido llegar a esta ruptura?

R. - Que Francisco se coloque en una distancia crítica respecto a su predecesor Juan Pablo II ya se había visto cuando lo canonizó junto con Juan XXIII, cuando se consideró innecesario para este último el segundo milagro que, en cambio, se requiere canónicamente. Muchos con razón han considerado esta opción como manipulación. Parecía que el Papa quisiera relativizar la importancia de Juan Pablo II.
El verdadero problema, sin embargo, es una influyente corriente de la teología moral, ya presente entre los jesuitas en el siglo XVII, que sostiene una mera ética situacional. Las citas de Tomás de Aquino referidas por el Papa en «Amoris Laetitia» parecen apoyar esta línea de pensamiento. Aquí, sin embargo, pasa por alto el hecho de que Tomás de Aquino conoce actos objetivamente pecaminosos, para los que no admite excepción vinculada a las situaciones. Entre éstas se incluyen comportamientos sexuales desordenados. Como había hecho ya en los años cincuenta el jesuita Karl Rahner en un ensayo que contiene todos los argumentos esenciales, válidos aún hoy, Juan Pablo II rechazó la ética de la situación y la condenó en su encíclica «Veritatis Splendor».
«Amoris Laetitia» también rompe con esta encíclica. En este sentido, pues, no hay que olvidar que fue Juan Pablo II quien dedicó su pontificado a la misericordia divina, le dedicó su segunda encíclica, descubrió en Cracovia el diario de Sor Faustina y, más tarde, la canonizó. Él es su intérprete auténtico.

¿Qué consecuencias ve usted para la Iglesia?

Las consecuencias ya se pueden ver ahora. La creciente incertidumbre y la confusión: desde las conferencias episcopales al último sacerdote en la selva. Hace sólo unos días un sacerdote del Congo me expresó toda su perplejidad frente a esto y frente a la falta de una orientación clara. De acuerdo con los pasajes correspondientes de «Amoris Laetitia», en presencia de «circunstancias atenuantes» no definidas, pueden ser admitidos a la confesión de los demás pecados y a la comunión no sólo los divorciados y vueltos a casar, sino todos los que viven en cualquier «situación irregular», sin que deban esforzarse por abandonar su conducta sexual y, por tanto, sin confesión plena y sin conversión.
Cada sacerdote que se atenga al ordenamiento sacramental previo podría sufrir formas de intimidación por parte de sus fieles y ser presionado por su obispo. Roma ahora puede imponer el requisito de que sólo sean nombrados obispos los «misericordiosos», que estén dispuestos a suavizar el orden existente. Con un trazo el caos ha sido erigido como principio. El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la Iglesia y abre la puerta a un cisma. Este cisma no residiría en la periferia, sino en el corazón mismo de la Iglesia. Dios no lo quiera.
Una cosa, sin embargo, parece segura: lo que parecía ser la aspiración de este pontificado - que la Iglesia superara su autoreferencialidad para salir al encuentro de las personas con un corazón libre - con este documento papal se aniquiló por tiempo indefinido. Se puede esperar un impulso secularizador y un nuevo descenso en el número de sacerdotes en muchas partes del mundo. Se puede comprobar fácilmente, desde hace tiempo, que los obispos y diócesis con una actitud inequívoca en materia de fe y moral tienen el mayor número de vocaciones sacerdotales. Hay que tener en cuenta aquí lo que escribe San Pablo en su carta a los Corintios: «Si la trompeta da un sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?» (1 Cor 14: 8).

¿Qué va a pasar ahora?

Cada cardenal, pero también cada obispo y sacerdote está llamado a defender en su propio campo el orden sacramental católico y profesarlo públicamente. Si el Papa no está dispuesto a hacer correcciones, le tocará al siguiente pontificado poner oficialmente las cosas en su sitio.

lunes, 25 de abril de 2016

La Neo-reacción. Un interesante artículo de Ross Douthat en el NYT.




Mientras ciertos sectores del liberalismo se "inquietan" en su negacionismo y evidencian su frustración en hiperbólicas descargas de adjetivos, otros van tomando nota de que el mundo está cambiando y que ciertas vacas sagradas del pensamiento moderno (el igualitarismo, la democracia) están siendo cuestionadas legítimamente en sus mismas raíces.

Ofrecemos un interesante artículo de Ross Douthat, del New York Times, y aprovechamos para recomendar a este columnista que viene dando bastante bien en el clavo, considerando dónde escribe y el alcance que tiene.

                                                                            "... el inevitable retorno de la jerarquía..."

La Razón Reaccionaria


Durante  este último año la intelligentsia norteamericana ha sido puesta bajo el microscopio de varias e interesantes formas.

Primero, un grupo de psicólogos sociales publicaron un paper en el que cuantificaron y también criticaron la abrumadora deriva hacia la izquierda que se venía produciendo en su ámbito académico

Luego, Jonathan Haidt, uno de los coautores del trabajo demostró en un trabajo de investigación que todo el ambiente académico norteamericano se había vuelto más y más izquierdista desde 1990. Y, finalmente, un libro de dos politólogos conservadores, “Passing on the Right: Conservative Professors inthe Progressive University” nos dieron un panorama acerca de cómo debían manejarse los académicos de derecha en un medio devenido izquierdista (Respuesta: con mucho cuidado, y con más cuidado que en el pasado)
Mientras tanto, los medios comenzaron a tomar nota del movimiento conocido como la “neo-reacción” que se ha ido desarrollando en la internet, que va desde ciertas concepciones teorizantes que ofrecen críticas monárquicas al igualitarismo o la democracia de masas, hasta sus formas más populares, compuestas por algunos twitteros racistas seguidores de Trump y provocadores opuestos a la corrección política imperante.

Sospecho que estos dos fenómenos están conectados: la deriva izquierdista de la intelligentsia oficial, creciente y permanente, y y la creciente atracción que las ideas reaccionarias ofrecen sobre esta extraña cantidad de autodidactas online.Para los seguidores oportunistas, la neo-reacción ofrece una pretenciosa justificación para su chauvinismo blanco y la adoración a Trump. Pero el vacío que este incipiente movimiento aspira a llenar es completamente real:  en la vida intelectual de los Estados Unidos la permanente tendencia izquierdista no tiene una oposición de la derecha radical,  o al menos,  una respuesta que mantenga un estilo genuinamente reaccionario.

Nuestra intelectualidad tiene, obviamente, un ala conservadora que está mayormente enclaustrada en ciertos think-tanks, más que en los campus universitarios, pero muy poco de este conservadorismo merece realmente ser llamado reacción.  Lo que los liberales atacan como “reaccionario” en la derecha norteamericana es normalmente la orgullosa nostalgia que esta tiene por los Estados Unidos de las eras de Reagan o Eisnhower, que es equivalente a la nostalgia en sentido opuesto que la izquierda tiene por la era dorada de los sindicatos. Lo cierto es que una reacción verdadera rechaza algo que va más allá de la mera noción de la Great Society o de Roe vs. Wade: una reacción verdadera tiene que ir mucho más profundo, hasta las mismas raíces del orden liberal moderno.

 Es cierto que esas críticas profundas al sistema abundan en los ambientes académico, pero prácticamente todas provienen de la izquierda. Sólo hay unos pocos reaccionarios auténticos que deambulan por los departamentos de Filosofía Política en algunas Universidades católicas y publican en periódicos paleo-conservadores.

Pero en realidad nuestras academias tienen muchos marxistas, pero no Falangistas; tiene jacobinos, pero no jacobitas; utopistas económicos, sexuales y ecologistas, pero difícilmente un acólito del Trono y el Altar de Joseph de Maistre. Y prácticamente ningún estudioso que publique sobre, digamos, Thomas Carlyle o T S Eliot o Rudyard Kipling admitiría tener alguna simpatía por las ideas políticas de estos autores.

En un cierto sentido esto es comprensible: esas ideas políticas eran con frecuencia racistas o antisemitas y el estilo reaccionario podía dar alguna apoyatura no sólo al fascismo, sino también a Hitler, y en el contexto americano la cosa más cercana al orden reaccionario sería la aristocracia esclavista sureña. Así que, desde la izquierda mainstream, demasiado pensamiento reaccionario debería ser tabú, y desde la perspectiva del centrismo, la ausencia de lo que podrían ser los equivalentes derechistas de Michel Foucault o Slavoj Zizek, probablemente no signifiquen una gran pérdida de ninguna clase.

Pero mientras que el pensamiento reaccionario tiene una cierta propensión al frikismo, también contiene percepciones verdaderas (como también las contiene, me animaría a decir, Slavoj Zizek…quizás) Las posiciones que el pensamiento reaccionario asume sobre la naturaleza humana --la insolubilidad del sentido tribal o de la cultura, la fragilidad del orden, los males que vienen con el Progreso (con P mayúscula), el inevitable retorno de la jerarquía, la necesaria finitud de la declinación intelectual y estética, la pobreza de los modernos substitutos para la familia, la patria y la religión—no son siempre reivindicados…¿Algunas veces? Sí, algunas veces. ¿Muchas veces? Sí, bueno,  quizás hasta muchas veces.
Porque es verdad que quizás tanto el liberalismo como el conservadorismo puedan incorporar a veces algunas de estas percepciones, pero ambos contienen un optimismo que los ciega frente a las verdades “inconvenientes”. 
Los liberales ven como una tontería que los conservadores pretendan rehacer Irak como una democracia; y los conservadores ven como una tontería que los liberales pretendan rehacer Europa como una utopía post-nacional con sus fronteras abiertas al Islam. Solamente los reaccionarios son capaces de ver ambas tonterías. 

¿Hay alguna forma de hacer lugar al pensamiento reaccionario en nuestra vida intelectual sin dejar entrar ciertas obsesiones racistas o fantasías de despotismo ilustrado? Hasta aquí la evidencia de la neo-reacción no es exactamente alentadora. Y sin embargo, esta extraña atracción viral es también una evidencia de que las ideas no pueden ser permanentemente reprimidas cuando algo en ellas siguen demostrando ser verdad.

Quizás una respuesta sea evitar la sistematización, para dar la bienvenida a un estilo reaccionario que es a la vez artístico, aforístico y religioso, mientras se rechaza la idea de un proyecto reaccionario para nuestra política. Desde Eliot y Waugh y Kipling hasta Houellebecq, hay un canon reaccionario que espera ser celebrado por sí mismo, más que ser visto a través de una lente de respeto meramente estético pero de desaprobación ideológica.

Una frase del filósofo colombiano de derechas Nicolás Gómez Dávila, podría ser esa afirmación que la misión de tal movimiento necesita. Gómez Dávila escribía que su objetivo no era hacer un programa político, sino un mosaico reaccionario. Quizás esa sería la forma que la reacción necesita para convertirse en algo enteramente nuevo: ofrecerse a sí misma no como una alternativa rival tanto para el liberalismo como para el conservadorismo, sino como una visión tan extraña y variopinta,  tal como es la realidad misma.