La Nación sigue meneando su reportaje
Dos cosas llaman la atención:
En primer lugar, que a juzgar por sus propias palabras, para Bergoglio el Espíritu Santo sería como el Espíritu de la Historia, que soplando en la confrontación dialéctica de ideas se desarrolla y se expresa hasta lograr la síntesis infalible en su camino inexorable hacia la Libertad. Todo dentro de ese ambiente artificial de laboratorio, que sería el Sínodo.
Obviamente, no se quiere decir que lo haga de modo consciente en un manifiesto práctico de hegelianismo, sino como producto personal de una época y de una formación, que probablemente él mismo desconozca.
En segundo lugar, que el humilde Obispo de Roma finalmente haya apelado al argumento de poder papal, "sub Petrus", para imponer su voluntad absoluta y desligada de cualquier vínculo con el Magisterio de sus antecesores y con la Tradición de la Iglesia. Alegando, con bastante poca elegancia , extrema autorreferencia (para eso servía mayestático Nos), y bolaceando, que la garantía de ortodoxia es él mismo.
Teniendo en cuenta ambos puntos, no deja de ser extraño verlo en esa sobreactuada posición, silenciosa y marginal, pero de Gran Titiritero a la vez.
G W F Hegel |
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