viernes, 12 de julio de 2013

La adoración de lo horrible


Repasaba ayer algunas lecturas de Castellani y hoy me vengo a encontrar con la entrada del P. Terzio en Ex-Orbe

A veces todo parece volverse muy obscuro...




Los Grados del Fariseísmo

1) La religión se vuelve meramente exterior...
2) La religión se vuelve profesión, "métier", "gagne-pain"
3) La religión se vuelve instrumento de ganancia, de honores, de poder, o de dinero.
4) La religión se vuelve pasivamente dura; insensible, descarnada
5) La religión se vuelve hipocresía: el "santo" hipócrita empieza a despreciar y aborrecer a los que tienen religión verdadera
6) El corazón de piedra se vuelve cruel, activamente duro
7) El falso creyente persigue de muerte a los veros creyentes, con saña ciega, con fanatismo implacable...y no se calma ni siquiera ante la Cruz ni después de la Cruz... "Este impostor dijo que al tercer día iría a resucitar"; de modo que oh Excelso Procurador de Judea...Guardias al sepulcro.

Cfr: P. Castellani, Los Papeles de Benjamín Benavidez



Un apunte desordenado, que no voy a desarrollar. 

Los tres primeros grados pertenecen al Mundo y a la Carne. Los que siguen son diabólicos.

El fariseísmo es categórico. Hay muchas formas de ser fariseo. El fariseísmo no es más que la manipulación de la Misericordia. 
En la Parábola del fariseo y el publicano el Señor nos muestra dos disposiciones del espíritu: el que pide piedad y el soberbio que se auto-misericordea. 


Esas dos disposiciones, que son espirituales, internas, son la causa de la disposición corporal, exterior. Pero se puede ser un fariseo hipócrita con ceniza en la cabeza en el fondo del Templo golpeándose el pecho, y se puede ser un humilde publicano arrodillado frente al Sagrario aferrado a la última esperanza, contra toda esperanza. 
Dios mira el interior. El hipócrita no es hipócrita porque "exterioriza" su piedad, sino que lo es porque no tiene ninguna piedad.
Y que el interior propio sea horrible, no da derecho a volver horrible lo que tenemos enfrente porque eso es la adoración de sí, de la propia horribilidad. 
Dar testimonio de sí. Eso es exactamente lo contrario de la humildad, es su falsificación. Esa es la naturaleza del fariseísmo: regodearse en la propia "humilde" horribilidad impía, exteriorizarla, compartirla, comunicarla, proyectarla al Altar y... adorarla.

Catedral de Buenos Aires

En la verdadera oración hay un diálogo verdadero, un camino de dos vías, dos disposiciones. Como hombre orante, creatura completamente indigna y llena de temor,
arrodillado, alaba y ruega misericordia; desde enfrente la Divina Majestad se compadece de su miseria y desborda amor y gracia por su creatura.


En fin, no quiero seguir con el tema. Quisiera rogarles que por favor nos dejen en paz. Me siento tremendamente cansado. Sumido en el desconcierto más profundo. Como viviendo la Abominación de la Desolación en el Lugar Santo.

Señor, ten misericordia de nosotros.






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