lunes, 22 de julio de 2013

Queca y el Santoral



Mi abuela siempre me llamaba para San Juan. Eso era bueno, porque me llamaba más veces por año que si me hubieran bautizado Nicéforo. "Te llamo por tu Santo", decía y me anoticiaba de la fecha. También llamaba "Santo" a la fecha de cumpleaños, identificando el día del nacimiento con el Santoral, lo que no era exacto, porque en ese caso yo hubiera debido llamarme Diego.
Ella tenía alrededor de cincuenta nietos, es decir que una o dos veces por semana encontraba la razón para llamar a alguno.
Mi madre ha seguido esta buena costumbre, y cada tanto ata lazos por teléfono con hijos o nietos y misteriosamente también con nuestros bienaventurados protectores.

La costumbre del santoral debe ser reivindicada por las tremendas ventajas que tiene sobre las demas fechas conmemorativas, de uso moderno. Por ejemplo, el masivo Día del Amigo. El día del amigo es el día que llaman justamente los que no son amigos. Ese día llaman los clientes y es una molestia espantosa hablar con ellos simulando una amistad que no se tiene. Ese día hago huelga y apago el teléfono, por el bien de la amistad, y en parte por pudor. Lo mismo con las comerciales fechas del Niño, el Padre, la Madre, la Secretaria, que mi abuelo tildaba de "reminiscencias de la Revolución Francesa", como el tuteo indiscriminado o la guillotina.

El santoral, decía, tiene ventajas. A mí me resulta casi imposible recordar las fechas de cumpleaños, y si se pusiera en uso la costumbre del Santoral, bastaría con verlo para recordar a alguien.
Por ejemplo, hoy es Santa María Magdalena. Ora pro nobis




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