‘Como yo –les dijo a los reyes magos–, tardasteis en venir.
Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mu
cho tiempo aquí y se habían unido al coro de
ángeles mientras vosotros estabais en camino. Para vos
otros se relajó la primordial disciplina de los
cielos y brilló entre las desconcertadas estrellas
una nueva luz desafiante... ¡Cuán laboriosamente
vinisteis, tomando vistas y calculando, mientras que
los pastores corrían descalzos! ¡Qué aspecto
más raro teníais en el camino atendidos por libreas de tierras extrañas,
cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegasteis al fin de vuestra
cargados con regalos absurdos!... Al cabo llegasteis al fin de vuestra
peregrinación y la gran estrella se detuvo sobre
vosotros. ¿Y qué hicisteis? Os detuvisteis para vi
sitar al rey Herodes. En vuestro fatal intercambio
de cumplidos empezó aquella guerra no termin
ada del populacho y de magistrados contra el
inocente... Con todo, vinisteis, y no os hicieron volve
r. También vosotros encontrasteis sitio ante el
pesebre.
Vuestros regalos no eran necesarios, pero fuer
on aceptados y puestos cuidadosamente porque
fueron traídos con amor. En aque
lla nueva orden de caridad que acababa de surgir a la vida,
también para vosotros hubo sitio. A los ojos de la
sagrada familia no erais menos que el buey o el
asno... Vosotros sois mis patrones especiales y los pa
trones de todos los que llegan tarde, de todos
los que han tenido que hacer un tedioso viaje para
llegar a la verdad, de
todos los confundidos con
el conocimiento y la especulación, de todos los que
a través de la cortesía comparten la culpa, de
todos los que están en peligro a causa de su talento... Orad por mi, primos míos, y por mi pobre hijo
sobrecargado. ¡Que también él encuentre antes del fin
sitio para arrodillarse en la paja! Orad por los
grandes, para que no perezcan del todo. Y orad por
Lactancio, y Marcias, y los jóvenes poetas de
Tréveris, y por las almas de mis salvajes y ciegos antecesores; y por su astuto adversario Ulises, y
por el gran Longino... Por Él, que no rechazó vuestros curiosos regalos, orad siempre por los
hombres cultos, oblicuos y delicados. ¡Que no se les
olvide del todo en el trono de Dios cuando los
simples entren en su reino!’
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