viernes, 6 de junio de 2014

Sociedad...Anónima

A propósito de un excelente post de la Liga Distributista




- Es curioso. Si un hombre tiene una pequeña propiedad, esa propiedad se transforma en él, en una parte de él, y es como él. Si es dueño de una propiedad, aunque solo sea para poder andar por ella, trabajarla, apenarse cuando no marcha bien y estar contento cuando la lluvia caiga sobre ella, esa propiedad es él y, de alguna manera, él es más grande porque la posee. Incluso si las cosas no le van bien él tiene la grandeza que le da su propiedad. Es así.
Y siguió cavilando.
- Pero cuando un hombre tiene una propiedad que no ve, que no puede tocar con los dedos porque le falta tiempo, ni pisar porque no está allí, entonces la propiedad es el hombre. El no puede hacer ni pensar lo que desea. La propiedad se apodera del hombre por ser más fuerte que él. Y él ya no es grande, sino pequeño. Tan solo sus propiedades son grandes y él se convierte en el servidor de su propiedad. Esto es lo cierto también.
(...)
-Levanté esta casa con mis propias manos. Enderecé clavos viejos para colocar el revestimiento. ...Es mía, yo la construí. Atrévete a chocar contra ella, yo estaré en la ventana con el rifle. Que se te ocurra acercarte de más y te dejo seco como a un conejo.
- No soy yo. Yo no puedo hacer nada. Pierdo el empleo si no sigo órdenes. Y, mire, suponga que me mata, simplemente a usted lo cuelgan, pero mucho antes de que lo cuelguen habrá otro tipo en el tractor y él echará abajo la casa. Comete un error si me mata a mí.
- Eso es verdad -dijo el campesino- ¿quién te ha dado las órdenes? Iré por él. Ese es al que debo matar.
- Se equivoca. El banco le dió la orden a él. El banco le dijo: o quitas a esta gente de en medio o te quedas sin empleo.
- Bueno, en el banco hay un presidente, están los que componen la Junta directiva. Cargaré el peine del rifle e iré al banco.
El conductor arguyó:
- Un tipo me dijo que el banco recibe órdenes del Este, del gobierno. Las órdenes eran: o consigues que la tierra rinda beneficios o tendrás que cerrar.
- Pero ¿hasta dónde llega? ¿A quién le podemos disparar?. A este paso me muero antes de poder matar al que me está matando a mí de hambre.
- No sé. Quizás no hay nadie a quien disparar. A lo mejor no se trata en absoluto de hombres...

De Las Viñas de la Ira, de John Steinbeck


No hay comentarios :

Publicar un comentario

comentarios